TOULOUSE / Un ‘Boris Godunov’ en estado de gracia
Toulouse. Teatro del Capitolio. 26-XI-2023. Alexander Roslavets, Victoire Bunel, Lila Dufy, Svetlana Lifar, Marius Brenciu, Mikhail Timoshenko, Roberto Scandiuzzi, Airam Hernández, Yuri Kissin, Fabien Hyon, Sarah Laulan, Kristofer Lundin, Sulkhan Jaiani, Barnaby Rea. Coro e Orquestra du Théâtre National du Capitole de Toulouse. Director musical: Andris Poga. Director de escena: Olivier Py. Musorgski: Boris Godunov.
En esta nueva producción de Boris Godunov del director de escena francés Olivier Py, los hombres –intercambiables– chocan, se matan y se engañan mutuamente, antes de que la propia Historia los descarte. Porque sólo la Historia está en constante marcha, el resto es mera ilusión… Este sesgo inquietante tiene el mérito de subrayar la construcción aleatoria de la versión original, la que se propone aquí. Estas siete escenas (el acto polaco y el bosque de Kromy aún no habían visto la luz en 1869) parecen haber sido elegidas al azar, a partir de una procesión de cuadros que podrían alargarse o acortarse a voluntad, siempre y cuando la acción no progrese y, en cualquier caso, se pretenda incompleta y estática. En una impresionante escenografía diseñada por el fiel Pierre-André Weitz, Py alterna escenas de choque –como la del coro vestido con trajes dorados, que da la ilusión de un enorme retablo humano–, o la que retoma el famoso cara a cara entre Putin y Macron, separados por una enorme mesa blanca que reproduce la del Kremlin, en el cara a cara entre Boris y Chouiski. Al parecer, Olivier Py pretende demostrar que nada ha cambiado realmente en la historia de un país que siempre ha sido víctima de su clima y de sus tiranos…
Al frente de la Orquesta Nacional del Capitolio de Toulouse, el director letón Andris Poga (nacido en 1980) está en plena forma, con una lectura de la partitura llena de asperezas, rupturas rítmicas y colores abigarrados, cuyos giros visionarios se aprecian plenamente aquí. Por su parte, el Coro del Théâtre du Capitole retrata con vigor los estados de ánimo de las masas condenadas a actuar como espectadores impotentes, sin que su impecable técnica le obligue a desarrollar líneas melódicas que no se acomodan naturalmente a las limitaciones vocales de cada individuo. En cualquier caso, es una proeza mayúscula.
En cuanto a los solistas, no hay menos motivos de satisfacción, porque el director ha sabido aglutinar a un equipo y dotarlo de un verdadero espíritu de troupe. Desde el Segundo Policía hasta el Padre de la Nación Rusa, todos los cantantes mostraron ese compromiso incondicional que por sí solo hace posibles las grandes veladas de ópera. El excelente bajo bielorruso Alexander Roslavets (en lugar de Matthias Goerne, anunciado inicialmente) ofrece un apasionante retrato del Zar atrapado por su pasado y, como resultado, vulnerable. Prefiriendo la tradición declamatoria –y ligeramente melodramática– establecida por Chaliapin al refinamiento de línea cultivado por Nicolai Ghiaurov, por ejemplo, Gorny destaca sobre todo por su imponente presencia escénica y su firme proyección del texto. Por su parte, el bajo italiano Roberto Scandiuzzi canta Pimen con una hermosa voz oscura, una vez controlado su fuerte vibrato, pero es un papel de oro con sus dos bellas narraciones de soberbio lirismo. El brioso Grigori del tenor español Airam Hernández, con sus agudos claros y valientes, contrasta idealmente con el insinuante tenor de su colega rumano Marius Brenciu en el papel de Shuisky. El Aya de Svetlana Lifar, la Xenia de Lila Dufy y el Fiodor de Victoire Bunel son también irreprochables. En cuanto a Yuri Kissin (Varlaam) y Fabien Hyon (Missaíl), hacen un delicioso retrato de los dos monjes expulsados, mientras que la mezzo francesa Sarah Laulan transforma el papel de la Posadera (y Mikhail Timoshenko el de Andréi Schelkalov…) en auténticos protagonistas. Por último, saludemos al tenor Kristofer Ludin, que interpreta a un Inocente conmovedor: su profecía de las desgracias que esperan a Rusia al final de la obra está pronunciada en un tono de letanía que tiene algo de verdadera y profundamente angustioso.
Emmanuel Andrieu
(fotos: Mirco Magliocca)