Crítica: El Met sigue sin encontrar su «Turandot»

Por Carlos J. López Rayward   «Turandot» en el Met

La ópera es un viaje que nos lleva a través de los confines del tiempo y del espacio, y en el vasto paisaje de este arte sublime, hay obras que brillan con un resplandor único. Entre estas perlas musicales se encuentra «Turandot» de Giacomo Puccini, una obra que sigue cautivando tanto por su deslumbrante música como por su fascinante historia.

«Turandot» sigue siendo también en Nueva York, una de las óperas favoritas del público, que llenan la Metropolitan Opera atraídos por los espectaculares decorados del legendario Franco Zeffirelli, y los conocidos números vocales de la paritura de Puccini.

"Turandot" en la Metropolitan Opera. Foto: Karen Almond / Met Opera
«Turandot» en la Metropolitan Opera. Foto: Karen Almond / Met Opera

El montaje de Franco Zeffirelli, la inmortalidad de un clásico

Al MET de Nueva York acuden habitualmente dos tipos de aficionado. Los locales que vienen a casi todas las representaciones, los cuales constituyen una pequeña minoría y se concentran en los palcos de entresuelo los más pudientes, y en los pisos superiores los más entendidos; y por otro lado, los turistas y aficionados de paso, que comportan la gran parte de la entrada. Esta demografía del público del MET explica en parte el éxito de producciones tan vetustas como esta Turandot o La Boheme, en un fenómeno que hermana al Lincoln Center con sus vecinos de Broadway. «Turandot» en el Met

La puesta en escena de «Turandot» ofrece un festín visual, transportando al espectador a la exótica corte china con sus elaborados trajes y su deslumbrante escenografía. Zeffirelli consigue capturar la esencia de la China imperial, infundiendo cada escena con un sentido de majestuosidad y misterio, en ocasiones bordeando la caricatura.

Tanto abigarramiento en las escenas corales chirría en la actualidad, pues hoy se imponen la economía de medios y la máxima del «menos es más». No obstante, el brillo del genio de Zeffirelli no tiene visos de extinguirse pronto. El teatro sigue rentabilizando la producción y el público de Nueva York sigue disfrutando plenamente de la magia de esta lujosa «Turandot», que con los años va ganando se va cubriendo con la pátina dorada de los clásicos.

Otra curiosa circunstancia neoyorkina es que el Met avisa de que la ópera puede ser ofensiva para los espectadores de origen chino. Más allá de esta innecesaria amabilidad por parte de la compañía, podemos constatar que se impone aquí y allá la tendencia de tratar al público como niños.

Una escena de "Turandot" en la Metropolitan Opera. Foto: Karen Almond / Met Opera
Una escena de «Turandot» en el Met. Foto: Karen Almond / Met Opera

El debut en el Met de la directora de orquesta Oksana Lyniv

Uno de los elementos que conforman la mística de «Turandot» es la tragedia que acompañó su composición. Puccini murió el 29 de noviembre de 1924 antes de completar la obra, dejando el final sin resolver. Fue su discípulo, Franco Alfano, quien completó la partitura según las notas y bocetos dejados por el maestro. Esta colaboración póstuma añade un matiz único a la obra, fusionando la visión de dos grandes compositores en una sinfonía emocionalmente resonante.

La directora ucraniana Oksana Lyniv, recientemente nombrada directora musical del Comunale di Bologna y debutante en el Met con esta ópera, consigue capturar el interés del espectador y crear un sonido compacto y sin fisuras en la orquesta. Su entendimiento con el excelente coro metropolitano dejó algunos de los mejores momentos de la obra. La maestro Lyniv, que ya hizo historia en Bayreuth como la primera mujer en comandar la orquesta del festival wagneriano, dirige con enorme asertividad. Transmite una seguridad que se transmite de inmediato a la orquesta, cuajando una versión muy sólida, vibrante y en estilo.

La afición de Nueva York la ha acogido con mucho entusiasmo, por lo que no sería extraño volver a ver a Lyniv muy pronto en Nueva York.

SeokJong Baek es Calàf, y Aleksandra Kurzak es Liù en "Turandot." Foto: Karen Almond / Met Opera
SeokJong Baek es Calàf, y Aleksandra Kurzak es Liù en «Turandot.» Foto: Karen Almond / Met Opera

Una inspirada Kurzak ensombrece el debut de Elena Pankratova

Por desgracia, el Met no ha tenido mucha suerte con los elencos en las «Turandot» más recientes, y ya no es infrequente que el tenor o la soprano protagonistas, o incluso ambos a la vez, pinchen en sus respectivos papeles. En los últimos años hemos escuchado Turandots más bien gritonas y Calafs apretados y constreñidos. Es por eso que cada nuevo reparto concita el interés que da la esperanza de escuchar una «Turandot» definitiva.

En este caso, el papel de la princesa Turandot recae en manos de la rusa Elena Pankratova, que ha paseado ya el rol con éxito por medio mundo. Pankratova sigue teniendo lo que hay que tener para ser una gran Turandot. La voz, más estridente y entubada que cuando empezó a cantar el papel, aún campanea en el agudo. Por momentos pareciera que la pérdida de flexibilidad en la línea hace que la interpretación pierda fuerza dramática, si bien esto pueda deberse a un sobreesfuerzo de proyección por parte de la cantante.

El triunfo de Pankratova hubiera sido completo de no ser por que hubo de compartirlo con la experimentada soprano lírica Aleksandra Kurzak, inspiradísima en el papel de la esclava Liu. Sus dotes actorales, junto con una voz de timbre oscuro y sugerente, agudos afilados como puñales y una estudiada musicalidad, la convirtieron en el centro de antención cada vez que salía a escena. Muy cómoda en este papel corto, Kurzak dejó una impresión inmejorable.

Junto a ellas, los solistas masculinos fungieron también al nivel esperado en el Met. Otro debutante, el tenor coreano SeokJong Baek tuvo un gran estreno neoyorkino. Su Calaf resultó creíble e inspirado, con aires románticos y heroicos. La voz se expande con naturalidad y exhuberancia, con algún pequeño titubeo en la colocación y cierta tendencia a abrir los agudos. El timbre, aún por asentar, ni suma ni resta. Sorprende la luminosa claridad de su dicción, que permite una escucha amable.

SeokJong Baek, Vitalij Kowaljow, y Aleksandra Kurzak en "Turandot." Foto: Karen Almond / Met Opera
SeokJong Baek, Vitalij Kowaljow, y Aleksandra Kurzak en «Turandot.» Foto: Karen Almond / Met Opera

Se trata de un tenor joven que consigue un resultado notable pero que necesita consolidar su arte y seguir creciendo, por lo que su llegada al Met se antoja algo prematura, y solo justificable por la acuciante falta de tenores. Pasados los nervios del debut, al joven Baek lo volveremos a ver al año próximo en otro compromiso pucciniano, cantando Cavaradossi junto a una Tosca a cargo de la propia Aleksandra Kurzak.

Los bajos Vitalij Kowaljow y Le Bu demostraron que la cuerda grave está bien curbierta en el Met. Kowaljow fue un lujosísimo Timur, totalemente inapelable en el papel, con un sonido en plenitud, de una belleza subyugante. El joven bajo-barítono chino Le Bu volvió a pasar con nota la prueba, esta vez como un mandarín, en su camino seguro hacia papeles de manor relieve.

El trío Ping, Pang, Pong fue interpretado de manera más discreta por Joo Won Kang, Tony Stevenson y Andrew Stenson respectivamente, mientras que Carlo Bosi dio vida a un Emperador Altoum que resultó acaso más sarcástico de lo aconsejable.

La afición de Nueva York no necesitó su generosidad habitual para celebrar a todos los solitas con sonoras ovaciones. Siempre reconforta ver al público llenar el teatro y disfrutar de la ópera.

OW


Metropolitan Opera de Nueva York, a 5 de marzo de 2024. Turandot, ópera en tres actos de Giacomo Puccini y Franco Alfano, con libreto de Guiseppe Adami y Renato Simoni sobre el drama legendario de Carlo Gozzi.

Dirección Musical: Oksana Lyniv. Orquesta y coro titulares del MET (Donald Palumbo, director). Producción y escenografía: Franco Zeffirelli. Vestuario:Anna Anni, Dada Saligeri,  Iluminación: Gil Wechsler.

Reparto: Elena Pankratova, SeokJong Baek, Aleksandra Kurzak, Vitalij Kowaljow,  Joo Won Kang, Tony Stevenson, Andrew Stenson, Carlo Bosi, Le Bu.