Crítica: «Rivoluzione e nostalgia» en Bruselas

Por Xavier Rivera Crítica: «Rivoluzione e nostalgia» en Bruselas

Sí, han leído Vds. bien: se trata de una ópera en dos partes, toda ella con música de Verdi. Pero no del descubrimiento de alguna partitura recóndita y desconocida hasta hoy, sino de una puesta al día de ese arte del «pasticcio» tan frecuente en el pasado: construir un nuevo relato a partir de música de dieciséis de las primeras obras del mismísimo Verdi, algunas escasamente conocidas y rarísimamente representadas por los teatros de ópera actuales. El pasado año, el mismo teatro de La Monnaie había presentado una reconstrucción/pasticcio, también en un díptico, de las cuatro óperas “Tudor” de Donizetti con un resultado ambiguo: un espectáculo de una gran belleza plástica y muy bien resuelto musicalmente, pero con una cierta confusión en la construcción dramática que demostraba cuán difícil es hacer competencia a Donizetti en ese campo. 

Un momento del espectáculo «Rivoluzione e nostalgia» / Foto: Karl Forster

Esta nueva apuesta del Teatro de la Moneda va por caminos muy, muy diferentes. Porque se ha construido un relato con cinco personajes ambientados en las protestas estudiantiles y obreras alrededor del mayo 68 francés y casi toda la música del primer Verdi está inmersa de una manera u otra en las luchas de los diferentes reinos italianos para sacudirse el yugo imperial de los Habsburgo austríacos y en la construcción del reino unificado de Vittorio Emmanuele II hacia 1860. Y el grito del Risorgimento, “Viva V.E.R.D.I” tan repetido entonces, significaba un secreto a voces: “Vittorio Emmanuele Re d’Italia. Es decir, tiempos de confusión, conflicto, ilusión juvenil por un futuro mejor y luchas sociales de todo tipo. Y la idea de integrar un “ballet” del actual “Street art” salido de los barrios marginales de Bruselas, con esas formas de expresión tan auténticas y espontáneas, nos conecta con la cada vez más cruda conflictividad social y cultural de las urbes modernas y sus barrios marginales, encontrando así una correspondencia en los tres tiempos de la narración/acción. Aparte del éxito artístico del “hip hop” coreografiado por Michiel Vandevelde, resulta sumamente simbólico ver un grupo de ese estilo en la escena de un teatro con tantísima tradición como La Monnaie bruselense. Y ese relato funciona escénicamente con una fluidez y una energía que sobrepasan las mejores esperanzas. Se ha recurrido a un artificio tan manido como la proyección de escenas de un filme para encuadrar el relato, al modo de los antiguos recitativos. Claro que se ha cometido el “sacrilegio” de cambiar algunas palabras del texto cantado original y algunas tonalidades para dar fluidez y coherencia al discurso, pero el conjunto se desarrolla admirablemente. Crítica: «Rivoluzione e nostalgia» en Bruselas

Los mismos cantantes han rodado las escenas con tal solvencia y en el caso específico de Nino Machaizde, de una manera tan elocuente y expresiva -su discurso como líder estudiantil es arrebatador- que casi eclipsa su propia actuación vocal. El responsable del trabajo escénico, del concepto y del video de este “pasticcio” es el polaco Krystian Lada, quien fue hace unos años responsable del prestigioso servicio de dramaturgia del teatro bruselense, respondiendo a una idea del actual director general, Peter de Caluwe, cuyo mandato expira con esta temporada, y en colaboración musical con el director musical de las dos veladas, Carlo Goldstein, buen conocedor de ese repertorio. En declaraciones a la prensa, Lada expone un interesante concepto sobre este espectáculo: “Esa revolución sigue teniendo una fuerte influencia en nuestro mundo actual. El renacimiento del neo-nacionalismo en Europa no es consecuencia del mayo 68, sino de la reacción a él. El 68 hizo posible la emancipación de las mujeres, de las comunidades de color y de los derechos de los homosexuales. Así que tenemos que afrontar las consecuencias de esta revolución y al mismo tiempo beneficiarnos de ella. También es un acontecimiento que afectó a muchos estratos de la sociedad, y en ese sentido lo encuentro muy verdiano”.

Un momento del espectáculo «Rivoluzione e nostalgia» / Foto: Karl Forster

Todo el trabajo escénico resulta muy evocador, no solo por recordar un pasado reciente colmado de ilusiones (tan divertido el recuerdo del entonces obsesivamente omnipresente libro rojo de Mao Tsedong…) sino por plantear también numerosas cuestiones sobre el poder, el auge del capitalismo salvaje, las luchas femeninas, las de las minorías étnicas o sociales y las problemáticas resultantes con las que hoy convivimos. Muy lejos de haber encontrado soluciones ampliamente consensuadas y exitosas. La gigantesca barricada que sirve de decorado en alternancia con la pretenciosa galería de arte en un entorno post-industrial funcionan maravillosamente como espacios llenos de significado humano y teatral. Crítica: «Rivoluzione e nostalgia» en Bruselas

Es en el aspecto musical en donde varios elementos se acercan al naufragio. La protagonista de “Rivoluzione”, Nino Machaizde como Laura, había cantado en 2009 en este mismo teatro una Lucia di Lammermoor ejemplar: la belleza vocal permanente, englobada en un compromiso actoral sin mácula, entregada y sincera. Aquí, su compromiso actoral es, si cabe, aún más aquilatado, sutil y carismático, el personaje llena el escenario y conmueve por todos los poros. Pero no podemos obviar un claro deterioro en lo estrictamente vocal: la emisión ya no es pura, hay bastante inestabilidad y los registros no siempre están emparejados. Claro que hay momentos de mágica belleza, unos pianissimi etéreos, algunos agudos muy brillantes, pero otros muchos resultan duros o ligeramente rígidos. Es una lástima por tratarse de una artista genuina y que debería estar actualmente en su plena madurez vocal. En la segunda parte, la concertino Saténik Khourdoïan reencarna el espíritu de Laura ofreciéndonos brillantemente el solo de violín de la obertura de I Lombardi alla prima Crociata.

Mucho más problemático es aún el ejercicio vocal del barítono Vittorio Prato como Giuseppe: la emisión es tan rígida y estática que nunca consigue convencer con su canto, creando una especie de barrera expresiva a pesar de su buen trabajo actoral. No me veo capaz de juzgar de manera ecuánime la actuación del tenor Enea Scala: su emisión vocal me resulta personalmente tan desagradable que mucho me temo que ello condicione mi espíritu crítico. Con esta premisa, su interpretación me resulta carente de elegancia en la línea, aunque puedo reconocer un sincero compromiso actoral y una forma de bravura en la construcción de su personaje. Compensa, en cambio la soprano polaca Gabriela Legun con una emisión límpida y emparejada, con unos pianissimi de acendrada belleza y una línea vocal de la mayor elegancia y expresividad. Era su primera actuación en La Monnaie y en la segunda velada, (Nostalgia) nos ofreció aquella aria tan difícil y conmovedora de Il Corsaro, “Non so le tetre immagine”, con una convicción y una entrega concluyentes. El bajo americano Justin Hopkins es también un excelente actor y una voz con resonancias de gran belleza. Sin embargo, no consigue integrar bien sus sílabas dentro de una línea de legato convincente y espontánea, resulta todo un poco sinuoso y entrecortado. El mejor elemento vocal de las dos veladas fue, sin lugar a duda, la eximia joven soprano australiana que encarna a Donatella en NostalgiaHelena Dix, una voz capaz de emitir sonidos aterciopelados estremecedores de belleza y sutileza. Su aria de sonambulismo de Lady Macbeth “Una macchia è qui tuttora”, destilando la más incorpórea “mezza voce” de un instrumento enorme, produjo un efecto helador, un escalofrío que recorre profundamente las venas del espectador al escucharla delectarse con la sangre humana que corre por sus manos. Un momento único. Asimismo, en su performance en video exhibe un delicioso sentido del humor. El barítono americano Scott Hendriks canta un Carlo convincente y comprometido en la segunda velada, pero la orquesta lo cubre demasiadas veces de manera inmisericorde igual que al bajo-barítono italiano Gian Battista Parodi, un Giuseppe convincente de esa velada. Destaca también por la calidad de su emisión el tenor italiano Paride Cataldo, aunque el personaje de Icilio en la Nostalgia sea de relativamente reducidas dimensiones.

Un momento del espectáculo «Rivoluzione e nostalgia» / Foto: Karl Forster

La orquesta de La Monnaie es actualmente un instrumento de primer orden, con unas cuerdas gráciles, precisas y ágiles y una madera muy elegante. Menos sutiles los metales, sujetos a la actual evolución hacia instrumentos cada vez más brillantes y menos apropiados en subrayar los acentos del canto del siglo XIX, lo cual es un tema de debate en todas las orquestas actuales de ópera (es radicalmente diferente el efecto buscado para los metales en sinfonías de Mahler o Bruckner que en óperas de Massenet o Verdi, pero se usan instrumentos idénticos). Y con solistas de una talla más que internacional: el solo de violoncelo de Georgi Anichenko en la obertura de I Masnadieri fue de una belleza inolvidable, suscitando el merecido aplauso de colegas y público. Y el arpa de Manon Opavska en sus numerosas intervenciones es cautivadora. Pero sufre un bajón como cualquier otra bajo una dirección tan pusilánime y rutinaria como la de Carlo Goldstein. Basta recordar el un pasado no muy lejano las “performances” de este conjunto con Antonio Pappano o las más recientes con Kazushi Ono o con su brillante titular actual, el francés Alain Altinoglu. Goldstein carece de sutileza, no es capaz de adoptar un rubato, un elemento tan esencial en Verdi, y su único modo de buscar el clímax es aumentar la potencia del forte, haya o no cantantes para escuchar y, en principio, no cubrir de oleadas sonoras, cosa que sucede repetidamente y acaba por ser ridículo además de irritante para el oyente. El coro, muy solicitado en este pasticcio, empezando por el elocuente “Patria oppressa” de Macbeth y terminando por el inevitable “Va pensiero” está dirigido ahora por el francés Emmanuel Trenque y va recobrando una cierta personalidad vocal, aunque acuse la rémora de muchos años alternando maestros de coro interinos, algo incompatible con la construcción de una estética vocal idónea.


Bruselas (Théâtre de la Monnaie), 26 y 27 de marzo de 2024.      Rivoluzione e nostalgia    Espectáculo con música de Giuseppe Verdi. Crítica: «Rivoluzione e nostalgia» en Bruselas

Dirección musical: CARLO GOLDSTEIN. Script, dirección escénica decorados y vidéo: KRYSTIAN LADA. Vestuario: ADRIAN STAPF Iluminación: ALEKSANDR PROWALIŃSKI. Coreografía MICHIEL VANDEVELDE. Director del Coro: EMMANUEL TRENQUE

PARTE I – RIVOLUZIONE
Carlo: ENEA SCALA Giuseppe: VITTORIO PRATO Lorenzo: JUSTIN HOPKINS Laura: NINO MACHAIDZE.Cristina: GABRIELA LEGUN. Arminio HWANJOO CHUNG

PARTE II – NOSTALGIA
Carlo: SCOTT HENDRICKS. Giuseppe: GIOVANNI BATTISTA PARODI. Lorenzo: DENNIS RUDGE. Donatella: HELENA DIX. Virginia: GABRIELA LEGUN. Icilio: PARIDE CATALDO. Laura: SATÉNIK KHOURDOIAN                OW