Existe en el mundo de la lírica un cliché que afirma que, en el bel canto, todos los elementos de una producción palidecen en importancia frente la pureza de una vocalidad exquisitamente ejecutada. Pero una ópera, especialmente esta que nos ocupa –la desdichada historia de una de las reinas Tudor– es también una tragedia, y así debe entenderse para lograr una representación completa, equilibrada y conmovedora. Algo que, por desgracia, no ha ocurrido del todo en la recién estrenada Anna Bolena de Les Arts, que, aunque cuenta con escenas magníficamente cantadas, resulta entorpecida por elementos escénicos y musicales con escaso acierto dramático.

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Anna Bolena en Les Arts
© Artsfotografía | Les Arts

La dirección de escena sitúa la acción en una época pasada indeterminada, mezclando estética victoriana y renacentista, un recurso tantas veces visto ya sobre las tablas. Los figurines, ostentosos protagonistas de la propuesta, proporcionan una agradable sensación inicial, a través de una paleta irisada que orbita alrededor del azul pavo real. Al impacto inicial le sigue una constante monotonía visual, apenas rota durante toda la representación. No ayudan tampoco unos decorados e luminación básicos e iterativos. Si en la faceta escenográfica hay muy pocas ideas, la dirección de actores no corre mejor suerte. Los protagonistas se pierden en la escena o se adhieren a lugares comunes interpretativos. Los coros irrumpen y abandonan el escenario sin motivo aparente, atropellados, sin una coreografía meditada. Pero el problema de la escena no es lo que deja de aportar, sino lo que interfiere. Los cuestionables recursos escénicos –esa niña Isabel, esos muñecos siniestros y sobre todo, el bosque de sillas– entorpecen los esfuerzos de los cantantes por edificar intensidad emocional a través del canto.

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Eleonora Buratto (Anna Bolena) y Silvia Tro Santafé (Giovanna)
© Artsfotografía | Les Arts

Solo en algunas ocasiones, gracias sobre todo a la magnífica actuación de las dos reinas, se alcanza la plenitud interpretativa. Tan solo los dos encuentros entre Anna y Giovanna justificarían la asistencia a la representación. Dos voces de calidad mayúscula, con un fascinante empaste tímbrico que juntas, potenciadas por un sabio equilibro entre rivalidad y sororidad, detonan una onda de intensidad dramática. Silvia Tro Santafé pasó de secundaria a estrella de la noche a través de una actuación generosa, temperamental y excelsa vocalmente, sin rastro de esa emisión corta que le hemos escuchado en otras ocasiones. Eleonora Buratto debuta en el papel de Bolena, y lo hace exhibiendo unos medios vocales excelentes, cómodas agilidades, bellos portamentos, brillantes agudos, buen caudal y emisión controlada. Lo tiene todo, incluso una inteligente construcción psicológica del personaje, pero deberá trabajar más la parte teatral. Su “Piangete voi?” final, asombró por calidad, pero no estremeció el alma.

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Eleonora Buratto, Cor de la Generalitat Valenciana
© Artsfotografía | Les Arts

Fue notable el resto del elenco, en el que destaca Nadezhda Karyazina por la credibilidad y la carnosidad su emisión. Alex Esposito hubiera sido un gran Enrique VIII en versión concierto, pero caracterizado, no muestra ni rastro de la autoridad y la amenaza que deben emanar del soberano antagonista. Ismael Jordi estuvo arrebatador en la escena del Consejo de pares, pero en el resto de la obra mostró problemas proyección, lejos de la calidad que le hemos comprobado tantas veces. Buen trabajo vocal del coro, sobre todo la sección femenina.

De la orquesta, como siempre, hay que destacar la calidad sonora de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, los colores de las secciones y de los instrumentos solistas resultan una delicia para los oídos. El trabajo de Maurizio Benini es correcto, animado, intenso en ocasiones. Pero, pareciera que, contagiado por el resto de los elementos de la producción, carece de vocación trágica, de narrativa teatral. Algo que hubiera podido conseguirse con una mayor dedicación al carácter del fraseo, para potenciar congoja, horror, remordimientos y todas estas expresiones emocionales que pueblan el libreto de esta obra.

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