Una poética y bella Iolanta llega a Les Arts

Iolanta en Les Arts. Foto: Robert Benito
Iolanta en Les Arts

Procende del teatro Marinski ha aterrizado en la ciudad del Turia la última producción de la ópera Iolanta de Tchaikovsky con regia del equipo de Mariusz Treliński, y dirección musical de un habitual de Les Arts, Henrik Nánási.

Los efectivos de la casa junto a un elenco eslavo competente en lo vocal y entregado en lo escénico hizo que, la que es la última ópera de Tchaikovsky, ganara a un público a priori frío culminando la función con grandes aplausos para todos los miembros de la producción.

Hay obras de arte pictóricas, literarias o musicales que son un manifiesto de principios creativos. Otras son la culminación de una carrera artística que se abandona, y otras como esta ópera el testamento de un artista que ha decidido que no puede vivir más en un mundo que no comparte sus inquietudes o sus valores y tendencias.

Así la ópera Iolanta a primera vista podemos pensar que es un cuento ñoño de noche fría de invierno que se cuenta a las niñas para que sigan pensando que un príncipe azul las salvará de su vida anodina y gris. Nada más lejos de la realidad.

Iolanta, ópera en un acto y con una duración de una hora y cuarenta minutos nos narra un viaje existencial de la oscuridad a la luz, de lo que la sociedad te cuenta y admite como correcto a la realidad que cada uno ha de experimentar, de la no aceptación por ignorancia o engaño a la integración de lo que cada uno es y le ayuda a vivir plenamente, de la belleza contada y el amor dependiente, a la belleza experimentada y el amor desinteresado.

Con música y texto de los hermanos Piotr y Modest Tchaikovski esta ópera culmina un periodo creativo enorme y valioso para la música rusa de finales del XIX en los que encontramos la ópera de La Dama de Picas, el ballet Cascanueces y esta Iolanta estrenada en el pórtico de la navidad de 1892 , el 18 de diciembre, apenas once meses antes del “suicidio” del compositor.

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Una escenografía sencilla pero efectiva de Boris Kudlička complementada por unas proyecciones de Bartek Macias con gran poesía que complementan una iluminación a veces excesivamente oscura son los elementos básicos que permiten centrar la atención en los personajes de cuento ideado por Mariusz Treliński, que sin ser un trabajo de dirección de actores memorable consigue enganchar y enamorarse de este viaje de la oscuridad a la luz de la protagonista, de la dependencia a la soledad de un rey-padre que junto con la protagonista podemos considerar el centro de la obra y el personaje más moderno y transgresor.

Vitalij Kowaljow fue el encargado de llevar adelante este rol complejo de una manera magistral, a pesar de algunos sonidos engolados demostrando una buena línea de canto reforzada por un instrumento dúctil y generoso como se demostró desde su primera aria “Shto skazhet on?“ y que continuaría en dúos y concertantes hasta esa soledad final en la que queda tras la felicidad de todos los demás por la fiesta de bodas de su hija.Igualmente se ha de plasmar la buena prestación del galeno moro de Gevorg Hakobyan con muy buen empaste vocal con el Rey en el dúo previo a su monólogo “Ty vlasten sdelat’ fs’o”Boris Pinkhasovich fue un Robert de lujo que defendió su exigente aria “Naverno choporna, gorda…” sin mácula, seguro y brillante en los agudos, apasionado en las referencias a su amada Matilde y con un instrumento de noble timbre metálico que consiguió el aplauso generoso de la sala.En una obra íntima como esta, de una gran inocencia a priori los personajes secundarios son igualmente importantes para redondear esta idea de cuento, de ambientación, de ahí que la labor de los diversos partiquinos, el matrimonio guardián, el heraldo del rey, y las sirvientas fueran clave para que esta pequeña obra no pincharaEl personaje de Vaudemont fue interpretado por el joven tenor ucraniano Valentyn Dytiuk que es tal vez el personaje más difícil de creer, no por su interpretación que fue notable, sino por cómo nos lo ofrece el imaginario literario de príncipe azul redentor. Este cantante tiene un instrumento bello, que sabe modelar y controlar sin problema, agudos fáciles, si bien tal vez en su primera gran aria “Nyet! Chary lask krasy mjatezhnoj”quiso demostrar con más decibelios de los necesarios, que supo compensar con un ensamblaje perfecto en otros de los momentos notables de esta ópera el dúo primero con Robert y la posterior gran escena y dúo con Iolanta “Chudnyj pervenec tvoren’ja”.La soprano lírica georgiana Lianna Haroutounian, que hace poco pudimos ver en su debut liceístico y que ya conocimos en este mismo escenario valenciano con su Floria Tosca y se podrá ver su Leonora de Il Trovatore en el Real tocado el verano ofreció una Iolanta rica en matices teatrales y con una gran paleta vocal, sin que por ello llegará a emocionar más allá de lo increíble de su personaje de cuento. Tiene un cómodo dominio del fiato como demostró en su primera aria “Otchego `eto prezhde ne znala”, un instrumento generoso, ductil como demostró en los dúos y concertantes pasando de la inocencia al dramatismo destacando el dúo de la luz con el galeno “Gde ja? Kuda vedesh’ menja ty, vrach’!” que culmina la obra.Tras un periodo de incertidumbre y amenaza de huelga del coro en esta producción, este colectivo volvió a demostrar su gran profesionalidad y calidad musical, en toda la primera parte el coro femenino desde el foso orquestal como ya al completo en la plegaria final “Khvala Tvorcu, podatelju vsekh blag, khvala Tvorcu!”.Lo mismo se ha de decir de la prestación orquestal que junto al maestro húngaro Henrik Nánási supo ofrecer una versión equilibrada y rica en matices, desde una primera parte más poética desarrollándose en dramatismo y pasión para acabar en una exaltación religiosa que provocó el aplauso generoso y unánime de un público que aunque no llenaba en esta premier estamos seguros que el boca a boca hará que esta ópera llene en sus siguientes representaciones, ya que no todos los días se puede ver este título ni en una propuesta a la vez moderna y poética.Quedamos emplazados y anhelantes igualmente para el siguiente título local, La Malquerida basada en la obra de Benavente y con música del valenciano Manuel Penella.

Robert Benito