La segunda de las óperas que conforman la denominada como “trilogía popular” de Verdi, Il trovatore, es uno de esos monumentos musicales que todo el mundo conoce. Ni siquiera aquellos que repudian la ópera se habrán podido librar de escuchar alguna vez la trémula aria "Stride la vampa", al igual que ocurre con el "brindisi" o "La donna è mobile" de las otras dos obras de la trilogía a la que ahora le empezamos a encontrar más sentido a eso de apellidarla como “popular”. Por si no fuera suficiente, es, además, una de las cuatro óperas en las que Verdi se inspira en España, en sus dramaturgos y en sus leyendas junto con Ernani, La forza del destino y la celebérrima Don Carlo que, por cierto, podremos ver en el Teatro Real el año que viene al igual que La traviata. El caso es que Verdi tiene tirón y si además la ópera está basada en la historia de España, pues al menos para los historiadores, aún más. Y claro, como consecuencia, el teatro lleno. Ni una entrada sin vender. Luego leerán por ahí que si programan música en verano la gente no va al auditorio o al teatro. Eso sería antes de que hubiese aire acondicionado en el Real.

Pero vayamos con lo que nos ocupa que es la producción de Francisco Negrín –sí, Negrín, igual que su bisabuelo Juan, aunque no es relevante para la ópera– y Maurizio Benini como directores de escena y musical respectivamente. La escena funciona bien, y, aunque hace gala de austeridad frente a lo que podría haber sido una superproducción al estilo de la Arena di Verona, es suficiente, ya que consigue crear el mismo efecto que con grandes decorados y permite que el espectador se concentre en lo que realmente importa: la música. De hecho, el coro forma una parte importante de la escena. Un gran acierto, pues, como bien sabemos, no se debe desdeñar la importancia de los coros en las producciones de Verdi. Tanto hombres como mujeres mostraron dominio del repertorio y una cohesión que hicieron que sus partes fueran de lo mejor de la sesión del pasado 4 de julio. Benini, desde el foso pudo dirigir bien al coro a la orquesta, sin embargo, en las arias de los cantantes el caos se cernió sobre el foso. Más que entre Manrico y el Conde de Luna, la batalla fue entre maestro y cantantes por establecer el tempo y los rubati que a cada uno más convenía, sin tenerse demasiado en cuenta en varias ocasiones.

A pesar de ello, pudimos escuchar verdaderas proezas musicales en los cantantes. Destacó en este segundo reparto Marie-Nicole Lemieux como Azucena con un registro amplio y hermoso tanto en las notas más graves como en las más agudas. Su seguridad y arrojo y sus dotes actorales la convirtieron en la imagen ideal de la gitanilla Azucena. También nos brindó Piero Pretti un excelente aria "Di quella pira" gracias a su potente chorro de voz, gran fiato y brillo metálico de sus agudos, cualidades que le convierten en un gran intérprete del repertorio verdiano de esta época. Completa el primer puesto del podio Roberto Tagliavini como Ferrando gracias a su voz de bajo con mucho cuerpo y buen apoyo. Leonora fue interpretada por Hibla Gerzmava quien, presa de los nervios ejecutó el aria "Tacea la notte placida" muy por debajo del nivel que se espera de una artista de su altura, acusando fallos en la direccionalidad y la proyección en los agudos. También se notó la falta de seguridad en una actuación rígida, debido especialmente a la austeridad de la escena de Negrín. Por otro lado, Artur Ruciński hizo un buen trabajo como Conde de Luna, aunque no tan destacado como el de sus otros compañeros.

Para resumir y que les queden las ideas claras: Il trovatore es una obra casi tan difícil como popular, y probablemente esto tenga relación, ya que cuando has escuchado una obra cien veces, uno se vuelve más crítico que cuando la ha escuchado solo diez, y así, el nivel que se exige a los cantantes es muy alto, ya sea el primero, el segundo o el decimoquinto reparto. El Teatro Real es buen conocedor de esta desventaja y ha contratado a cantantes de primera categoría que hacen un excelente trabajo y nos permiten acompañar el ambiente veraniego con una buena dosis de ópera de gran nivel, por mucho que la escena haga gala de austeridad.

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