La depresión al desnudo: 4.48 psychosis en Estrasburgo

4.48 psychosis. Foto: Klara Beck
4.48 psychosis. Foto: Klara Beck

La cruda 4.48 psychosis, laureada ópera del británico Philip Venables, representada en Estrasburgo en una acertada producción de la Royal Opera House.

Siempre se aprende algo de cualquier obra. Para alguien que no haya sufrido episodios depresivos, 4.48 psychosis es un puñetazo en la boca del estómago, que te despierta y al mismo tiempo te deja sin aliento. Y es que la británica Sarah Kane, quien escribió la pieza homónima en la que se basa casi literalmente esta ópera de Philip Venables, sabía de lo que hablaba. Enferma desde hacía un tiempo, Kane intentó suicidarse tomando un centenar de pastillas tras poner el punto final a esta obra, en 1999. Tres días después lo consigue, ahorcándose en el hospital con los cordones de sus zapatos.

Esta ópera, que catapultó la carrera de Venables en 2016 tras granjearle el prestigioso premio anual de composición de la Royal Philharmonic Society, se representa ahora en Estrasburgo (Opéra National du Rhin, u OnR), en una producción de la Royal Opera House dirigida por Richard Baker y con puesta en escena de Ted Huffman. Un escenario sobrio y estático, una habitación pintada de blanco, es suficiente para transmitir la psicosis de la protagonista, desdoblada en seis cantantes que se pasean frenéticamente por la sala, se pelean, gritan y lloran, todas vestidas con la misma ropa de estar por casa. La orquesta se encuentra sobre la escena en lugar de en el foso, y en la blanca pared del fondo se proyectan textos que corresponden a lo cantado o a diálogos mudos interpretados sólo con música, en la que se juega también con sonidos grabados que se mezclan con lo interpretado en directo.

La apuesta de Venables al adaptar un texto tan crudo fue construir su composición sobre los ritmos que ya estaban en la pieza de teatro. Con sus letanías psicóticas, sartas de improperios, listas de tratamientos médicos o flujos de conciencia frenéticos, Kane ya consideraba la música en la pieza que nunca vio representada. Su ritmo es el de los diálogos consigo misma y el de las cuentas regresivas de siete en siete, utilizadas por algunos médicos en el tratamiento de la depresión. A Venables este ritmo le permite ahondar en su estilo de composición, principalmente centrado en la palabra hablada como forma de canto. Las dos personas a cargo de la percusión, que en esta producción son ambas mujeres, intervienen como dos voces más, dialogando silábicamente a golpe de bombo, campanas o silbatos (y hasta de serrucho) mientras el diálogo aparece proyectado al fondo de la habitación.

La música transmite muy acertadamente el carácter de los altibajos depresivos, aunque en ocasiones se abuse de los crescendos hasta el dolor de oídos que terminan en un silencio brusco. Recurso fácil para aumentar la angustia que bastaría replicar a lo sumo un par de veces, buscando algún sustituto más original para el resto de escaladas psicóticas. Es interesante cómo Venables introduce tonadillas de jazz, de nanas y de música de ascensor en ese caos musical a ritmo de marcha que marca la enunciación con voz robótica de todos los tratamientos médicos probados y que han acabado en fracaso. El sonido sintético de órgano juega también un papel clave, marcando los momentos de lucidez epifánica que vive la protagonista en su delirio, que se produce a las 4:48 de la mañana, la hora indicada en el título. Porque esta hora es el momento en el que de media se ejecutan los suicidios, aquella en la que la nueva dosis de medicación no ha comenzado a hacer efecto y los efectos de la anterior están disipándose.

4.48 psychosis. Foto: Klara Beck

En cuanto a las voces, es difícil, muy difícil, evaluarlas de forma individual, visto que todas las intérpretes van vestidas iguales y cantan al unísono y entremezclando sus voces en la mayor parte de las escenas. Esta imbricación de las voces, que emula el pandemónium en la cabeza de la protagonista, es fantásticamente sobrecogedora. El mérito no es sólo del talento compositivo de Venables sino también de la impecable ejecución de las sopranos Gweneth-Ann Rand, Robyn Allegra Parton y Susanna Hurrell, y de las mezzos Samantha Price, Rachael Lloyd y Lucy Schaufer. Un recurso muy apropiado entre los utilizados por Venable es la forma de simular un grito ahogado, haciendo que las artistas canten cubriéndose la boca con las manos.

En definitiva, 4.48 psychosis es una perturbadora pero muy bien ejecutada experiencia, especialmente recomendable para aquellos que no comprenden lo lejos que puede llegar una enfermedad como la depresión. Se ha hablado mucho sobre la influencia del teatro de la crueldad sobre la obra de Sarah Kane, pero la semejanza con Antonin Artaud va más allá de la replicación de un objetivo teatral. La escritura de Kane nos recuerda al Artaud que en la primera época hablaba de la Chair (la carne, su propia materia) con dolor y asco, pero también con veneración. El punto en común entre los dos autores está más bien en el delirio desde el cual ambos escribieron, en el dolor lacerante de la enfermedad mental que necesita ser expresado, ni siquiera como terapia sino como pura y simple pulsión de escritura. Un dolor no impostado que Kane confirmó con su prematura muerte. La audacia de la OnR al traer obras como esta, tan al margen de la ópera clásica, y el atrivimiento de sus puestas en escena es la que le ha valido el título de ópera del año concedido por la prestigiosa revista alemana Opernwelt y anunciado la noche misma del estreno de 4.48 psychosis.

Julio Navarro