Manon en la Bastille: una ópera muy francesa

Manon en la Bastille

Después de más de 2 meses en huelga, la Opera de la Bastille abre de nuevo sus puertas al público con Manon, una de las óperas cumbre de Jules Massenet y del romanticismo francés en general.

Esta vez Bastille nos propone una versión de Vincent Huguet, un joven escenógrafo francés con una ya interminable lista de producciones, y Dan Ettinger, quien dirigió de manera enérgica y brillante la orquesta del teatro.

Ayer en el reparto de los papeles principales encontramos a Pretty Yende como Manon, Benjamin Bernheim como Le Chevalier Des Grieux, Ludovic Tézier como Lescaut, Roberto Tagliavini como Le Compte Des Grieux, Rodolphe Briand como Guillot, Pierre Doyen como Brétigny, Cassandre Berthon como Poussette, Alix Le Saux  como Javotte y Jeanne Ireland como Rosette.

Manon en la Bastille

Un reparto muy francés para una ópera muy francesa. Destacando en primer lugar, y con diferencia al tenor Benjamin Bernheim, con una voz potente, clara, brillante y natural, quien da a sus melodías una dicción, una elegancia y una musicalidad digna de los grandes. A su lado la magnífica Pretty Yende con unos filatos esquisitos, y con una voz potente se acorda a la perfección, creando unos duos que dejaron al público boquiabierto.
También destacaría el barítono Pierre Doyen, quien con su voz redonda y cálida, pero brillante y con una buena proyección, nos avivaba en los momentos lentos de la partitura.

La orquesta magnífica como siempre, estuvo a la altura de la partitura, con pasajes solísticos muy delicados tratados con mucho gusto y musicalidad (memorables solos en la cuerda de violonchelos), y supo dar el color inocente, e incluso ingenuo, que en respira esta obra.

La escenografía, desprendía el mismo aliento… La versión que Vincent Huguet nos propone esta ambientada en la Francia de los años veinte, época llamada Les années folles (los años locos). Y entre una mezcla de Cabaret (se añaden en los cambios de escena música y baile cabaretesco fuera de toda partitura, de manera un poco gratuita) y de la estética Luís XIV se nos presenta una alegoría del ideal francés, ya totalmente caduco.

David Farrés