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DOS MUJERES

Oviedo. 4/09/2020. Teatro Campoamor. Ravel: L'heure espagnole. Poulenc: Les mamelles de Tirésias. Maite Beaumont (Concepción) Joel Prieto (Gonzalve). Torquemada / El periodista (Francisco Vas). Ramiro / El marido (Regis Mengus). Don Íñigo (Felipe Bou). El Gendarme / El Director del Teatro (David Menéndez). Sabina Puértolas (Thérèse). Pablo García López (un hijo). David Oller (Presto). Anna Pennisi (Vendedor de Periódicos). Emilio Sagi, dirección de escena. Maximiliano Valdés, dirección musical.

Tras unos meses llenos de incertidumbre y dudas acerca de la continuidad de su temporada, la Ópera de Oviedo ha apostado finalmente por iniciar su programación, llenando el Teatro Campoamor al límite del máximo permitido. Un aforo que, dicho sea, de paso resultó mucho más reducido de lo habitual, obligando así a la programación de una función adicional que garantice a todos los abonados la posibilidad de asistir a las representaciones. A esta función adicional, situada antes de la primera habitual, y que ha recibido el nombre de “premier” es a la que asistí el pasado viernes día 4, y a la que se referirán las siguientes opiniones. Un verdadero esfuerzo, en todo caso, el realizado durante esta temporada por la casa para mantenerse en pie, dadas las circunstancias. Algo que, sin duda, se debe reconocer y aplaudir.

El programa elegido, en línea con los estrenos de últimas temporadas en la Ópera de Oviedo es especial, y busca salirse de la programación común en otros teatros, “descubriendo” al público obras que a buen seguro podrían llegar a pasarle desapercibidas. Debido a la escasa duración de estas, se optó en esta ocasión por abordar un doble programa con: L'heure espagnole de Maurice Ravel y Les mamelles de Tirésias de Francis Poulenc. Dos obras que el coliseo ovetense opta por enlazar bajo la perspectiva femenina pues ambas, afirma su regista Emilio Sagi en el libreto de mano, “permiten explorar dos visiones distintas de la mujer y el erotismo”. 

De la primera de las obras, L'heure espagnole, destacó sin duda el infatigable trabajo de Maite Beaumont, mezzo navarra de medios eficaces y gusto innegable que logró, sin duda, cautivar a todos y cada uno de sus cuatro pretendientes: Gonzalve, Torquemada, Ramiro y Don Íñigo Gómez. La interpretación del primero de ellos, Gonzalve, recayó sobre el joven tenor Joel Prieto, quién realizó un buen trabajo en su debut en el coliseo carbayón, sobre cuyas tablas supo mantenerse con seguridad y aplomo. El Torquemada de Francisco Vas, por su parte, fue pleno y sobrado de actitud mientras que Ramiro, el fortachón mozo de mulas que se entretiene trasladando relojes de un punto a otro de la casa, a capricho Concepción, se perfiló de forma excelente de la mano del francés Regis Mengus, quién realizó una interpretación camaleónica, sabiendo encontrarse cómodo en ambos roles que requieren de una sensibilidad y actitud absolutamente diferentes. Cabe destacar, por ultimo, el Don Íñigo de Felipe Bou, cuyos densos medios de bajo se hicieron notar ya desde las primeras frases.

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Unidos, como decimos, por el hilo conductor de la feminidad, el rol de Concepción deja paso tras el descanso al de Thérèse, rol protagónico en Les mamelles de Tirésias, una mujer que cansada ya de las limitaciones que le son impuestas, termina por convertirse en un hombre, género que le permitiría conquistar el mundo como general. Para ello, se ve desprendida de sus atributos de la forma más gráfica posible: de tanto hincharse, terminan por convertirse en globos y salir volando, o explotar, en la producción de Sagi.

El personaje fue interpretado, en este caso, en la soprano Sabina Puértolas, habitual del Teatro Campoamor, que supo capear un rol ingrato y minado de dificultades como el que nos ocupa con oficio vocal e irreprochable actitud escénica. Actitud que, sin duda, demostró también el barítono David Menéndez, comprometido con la escena al punto de pasearse en liguero y tacones por el escenario al tiempo que ofreció un desempeño vocal que, si bien fue correcto, nos pareció un tanto alejado de la rotundidad a la que acostumbra. Gran trabajo, como ya comentamos, de Régis Mengus, quién se demostró eficaz vocalmente en su rol como marido de Thérèse y, nuevamente, muy resuelto en los escénico. Redondeando la obra en lo vocal fue, sin duda, una satisfacción escuchar nuevamente a Pablo García López sobre las tablas del Campoamor, aunque, como es el caso, fuera para un rol con una parte tan reducida.

Respecto a la propuesta escénica, cabe destacar que con este trabajo Emilio Sagi celebra su cuarenta aniversario como director de escena. Una carrera llena de éxitos que se inició precisamente en este mismo teatro Campoamor, con la dirección de una Traviata que, sin duda, poco debía acercarse a la estética y, en cierto modo, atrevimiento, demostrados sobre este doble programa. Si bien la obra raveliana se cubrió con oficio y eficacia, lo más interesante del trabajo de Sagi llegó sin duda con la de Poulenc, inundada de colores vivos apoyados por un vestuario y una estética que bien podrían parecer más propios de un musical que de una ópera. Una propuesta llenas de contrastes y guiños, incapaz de dejar indiferente al espectador. Reflexión que, desafortunadamente, no pareció ajustarse en la misma medida al trabajo de Maximiliano Valdés, cuya batuta extrajo, en mi opinión, un sonido excesivamente plano y carente de interés de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, que se encontraba en el foso. Amén de la buena labor, con todo, de las distintas secciones orquestales, que respondieron con oficio y del propio coro de la Ópera de Oviedo, cuyos integrantes, ataviados con mascarillas, se mantuvieron a un nivel excelente durante la totalidad de sus apariciones, siendo, quizá, lo más destacable vocalmente en una noche más relevante por lo escénico que por lo musical. 

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Fotos: © Ópera de Oviedo / Iván Martínez