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Lo de aquí 

Madrid. 08/06/21. Teatro Real. Donizetti: Le convenienze ed inconvenienze teatrali (Viva la Mamma). Luis Cansino (Agata). Sabina Puértolas (Daria). Gabriel Bermúdez (Procolo). Alejandro del Cerro (Guglielmo). Pietro di Bianco (Biscroma). Francesca Sassu (Luigia). Carol García (Pippetto). Enric Martínez-Castignani (Cesare). Piotr Miciński (Empresario). Luis López Navarro (El director de escena). Orquesta Sinfónica de Madrid. Coro Intermezzo. Laurent Pelly, dirección de escena. José Miguel Pérez Sierra, dirección musical. 

Parte del texto que aparece en esta crítica, relativo a la obra y la dirección de escena, proviene del artículo ya publicado, relativo al cast principal, que puede leerse aquí.

Parece que ha llegado, por fin, la ópera del garage al Teatro Real de Madrid. Y lo hace con un buen surtido de joyas para dar vida a un infrecuente, un tanto anodino título de Donizetti: Le convenienze ed inconvenienze teatrali, llamado siglos después como Viva la Mamma, por aquello de intentar vender más entradas. No apunto hacia lo banal de esta obra por capricho, sino porque, siendo gran amante del compositor de Bérgamo (quienes me lean a menudo darán buena cuenta de ello), encuentro esta partitura significativamente insustancial en el devenir del músico, sin poder alcanzar notoriedad siquiera aprovechando su superficialidad. 

Estrenada en un sólo acto en 1827, esta farsa (una de las muchas con las que probó suerte Donizetti al inicio de su carrera), que no chispeante comedia, vió la luz cuando Rossini estaba a pocos años de abandonar sus propias óperas. No obstante, Berlioz relata en sus memorias lo mucho que le divirtió cuando pudo verla en Nápoles, interpretada con "fuego, espíritu y brío", y el propio Donizetti se animó a ampliarla a dos actos, buscando cosechar un éxito mayor. Sin embargo, en pocas décadas caería prácticamente en el olvido, mientras el compositor conseguía hallar la cuadratura del círculo en su propio camino del humor, con títulos como L'elisir d'amore (para quien escribe, una tragedia), La fille du régiment, tal vez Rita, y Don Pasquale. Todas remarcarían ese carácter naif, afectuoso, simpático aunque no desternillante, siempre con poso y esa atmósfera en color pastel de sus grandes comedias.

Sin duda, este Viva la Mamma llama la atención por ser una radiografía bastante fiel al universo operístico, a su parte más prosaica, ¡incluso de hoy en día!, con libreto del propio compositor, reflejando lo vivido de primera mano. La frágil realidad del artista, especialmente del cantante de ópera, en cuyo mundo, en cuyo escenario, por pequeño que este sea, suelen creerse - y serlo - todo. Olvidándose en numerosas ocasiones que tan sólo son uno más (como todos) al bajarse de él. Llega incluso a resultar enternecedor como, hoy en día, algunos pretenden cambiar su propia realidad, impostando nuevos discursos, mientras contribuyen a una práctica que es más de lo mismo desde hace décadas. Siglos, diría. Lo he dicho muchas veces, el mundo de la clásica es uno de los nichos del arte más acomodados y atrasados que existen. No hablo ya sólo de cantantes, sino de todos los agentes que participamos de él. No se extinguirá, supongo, pero está en constante peligro de hacerlo. 

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La puesta en escena de Laurent Pelly es, o así la he recibido yo, una absoluta genialidad en este sentido, reflejando todo ello. La trama, que se centra en los ensayos de una compañía de ópera de "segunda división", tiene lugar aquí en lo que, en una época pasada, debió ser un teatro, ahora absorbido por el parking; al parecer, de un centro comercial. Por desgracia, nada que no hayamos vivido en muchas de nuestras ciudades. Ahí tienen al Palacio de la Música de Madrid, peleando por no convertirse en un almacén de ropa más y que, con suerte, terminará siendo un teatro comercial donde ver al monologuista televisivo de turno. No hay más que asomarse desde el Teatro Real para ver, al otro lado de la Plaza de Isabel II, el antiguo Real Cinema convertido en un hotel. Pelly acentúa esta sensación creando una doble ruptura con el vestuario escogido. Los personajes aparecen ataviados con ropas de los años 40 ó 50, como si perteneciesen a una época pasada cuyos ecos aún resuenan en los muros de dicho parking. ¿Estaremos asistiendo a todo un flashback? Ya en la segunda parte, los cantantes se atavían con ropajes de siglos atrás para llevar a cabo su propia función. Está todo dicho.

En la dirección de actores, Pelly hace todo lo que puede, que es mucho, para exprimir una obra, ya digo, un tanto insustancial. La gracia de esta farsa recae en los pormenores musicales, en los guiños líricos que, sin duda, harán disfrutar a quienes más entiendan y sepan del entramado que supone montar una ópera. A los extraños, puede que ya no tanto, aunque reirán con muchos de sus gags. Es por eso que, para sumarle atractivo al título, parace indispensable dotarle de un reparto que sitúe la calidad musical a gran altura. Quiero decir, una Tosca, una Bohème o unas Bodas de Figaro suelen ser títulos que llamen más la atención por ellos mismos, una Convenienze, seguramente no tanto. Sin duda el Teatro Real ha sabido reunir, no ya a un conjunto de nombres, si no a dos, que han hecho de estas unas disfrutables funciones. 

En ambos conjuntos, pero sobre todo en este cast alternativo, el Real ha apostado por "lo de aquí". Les confieso que ando a vueltas con lo patrio desde hace mucho tiempo. Sobre todo, porque para alguien que no entiende de fronteras, cuya patria es la música y lo escrito, es complicado circunscribirse a una delimitación política y a menudo no entiendo ciertas reivindicaciones que anteponen lo nacional a cualquier otra circunstancia, incluida la calidad. Muchos son los factores que entran en juego a la hora de montar repartos para cada título concreto y no quisiera entrar aquí a debatirlo, pero deberíamos tener claro que "lo de aquí" siempre será "lo de allí" en otras coordenadas, mientras no cambiemos ciertos pensamientos. Si es que esta sociedad quiere cambiarlos. Desde luego, creo que cierta sensibilidad se ha abierto, se ha pontenciado en los dos principales coliseos líricos españoles: el Liceu y el propio Real, durante los últimos años. No hay más que ver la próxima temporada 21-22 presentada por ambos, dando cabida a numerosos nombres nacionales. Lo sangrante es, por ejemplo, hasta para quien esto escribe, la actual temporada de la Orquesta Nacional de España, organismo público que pagamos todos, con más de un 72% de artistas invitados extranjeros en su principal ciclo sinfónico. ¿Tan malos intérpretes tenemos en nuestro país? Dueñas, Comesaña, Floristán o Vico podrán explicarles que no. Aquí ya no es una cuestión de cuotas, es una cuestión de sensibilidades de los responsables.

La Mamma Agata de Luis Cansino está repleta de detalles, de inflexiones vocales en un canto matizado, de gran gusto musical y siempre en pro de la comedia. Superado con mimo y cuidado el canto sillabato con el que su personaje se presenta en escena, todo fue rodado hasta el final de la obra, en un personaje del todo creíble. No es la primera vez que Cansino se mete en la piel de una mujer utilizando su propia voz, ahí tienen su dramática Poncia de La casa de Bernarda Alba. En un registro y otro, el barítono gallego se muestra concienzudo y pletórico. A su lado, la Daria de Sabina Puértolas suma desde todos los ángulos. En el actoral, con una diva pizpireta, altiva, completamente en su sitio. En el cánoro, con una voz fresca, ágil, de coloratura desenvuelta y agudo liberado.

El Guglielmo de Alejandro del Cerro fue, igualmente, una gozada. Un placer por la creación de un personaje, redondo, completo, coherente. Sensacional en la vis cómica, donde hasta el involuntario movimiento de pelo le acompañaba, y acertado en lo vocal, con una bonita línea de canto, sacando adelante un aria que se le presentó complicada. Agradable el Procolo de Gabriel Bermúdez, más contenido en todos los aspectos y estupenda Francesca Sassu como Luigia. Reiterar, por otro lado, las sensaciones ya escuchadas en el extraordinaria Biscroma de Pietro di Bianco. Aportación teatral delineadísima, canto aseado e intervenciones al piano que dieron fluidez al desarrollo de la ópera. Con el Cesare de Enric Martínez-Castignani y el Empresario de Pitor Miciński, fue uno de los cantantes que ya estrenaron esta producción en la Opéra de Lyon. Sin duda, Pelly ha hecho muy bien en volver a contar con ellos tres. Del mismo modo, el Pippetto de Carol García, aún mejor que la otra noche, en un papel que se hace muy corto ante sus cualidades.

Por su parte, José Miguel Pérez Sierra dotó de una mayor presencia a la orquesta, haciéndola más protagonista, con unos tempi, dinámicas y colores más conseguidos, más fluidos y más marcados "alla Rossini", lo cual tiene mucho sentido en esta partitura. Quizá en algún momento el volumen pudiera resultar algo excesivo, puntualmente, pero si, como he podido saber, al parecer no ha contando con oportunidades para ensayar con la Sinfónica de Madrid, la cuadratura del círculo se ha conseguido.

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Fotos: Javier del Real.