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La cuarta pared

Bayreuth 27/07/21. Festspielhaus del Festival de Bayreuth. R. Wagner: Tannhäuser. S. Gould, L. Davidsen, E. Gubanova, M. Heiche, G. Groissböck, K. Konradi, M. Vigilius, Ó. Sigurdarson, J. Rodríguez-Norton, W. Schwinghammer. Kyle Patrick y Manu Laudenbach (actores). Coro y Orquesta del Bayreuther Festspiele. Dir. de escena: Tobias Kratzer. Dir. musical: Axel Kober.

Feliz coincidencia en la edición del Festival de Bayreuth 2021 de la alternancia de los Meistersinger firmados por Barrie Kosky y esta producción de Tannhäuser estrenada en 2019 con la firma de Tobias Kratzer. Funcionan magníficamente a modo de díptico con la gran pirueta escénica de los Meistersinger de Kosky y Wagner como gran alter-ego de si mismo con esta entretenidísima producción de Tannhäuser donde el Festspielhaus de Bayreuth y sus visitantes se convierten en el Castillo de Wartburg y los peregrinos a Roma de la ópera, aquí como espejo del público que acude cada año fiel al Festival Wagner. 

Kratzer convierte al protagonista Tannhäuser en un clown que vive una anárquica vida de alocada libertad con una Venus que conduce una camioneta, cual gitana errante, acompañada por dos personajes omnipresentes en toda la ópera, un enano y una Drag Queen. El trio de un Venusberg moderno que entra en fricción con la vida de Elizabeth, cantante de ópera que actúa en el Festival de Bayreuth, interpretando Tannhäuser en una producción tradicional y canónica…y que supone el pasado que atormenta al “payaso” caballero Tannhäuser, a quien pone entre la espada y la pared. 

Precisamente el destruir la cuarta pared y traspasar los límites del Festival es lo que hace Kratzer con la performance que se monta el trio del Venusberg en el primer descanso de la ópera. En la hora de duración que siempre existe aquí entre el primer acto y el segundo, Venus, una acertada Ekaterina Gubanova, Manni Laudenbach el actor que encarna al enano y este año el artista Kyle Patrick, en sustitución de la Drag Queen, Le Gateau Chocolat -quien por los protocolos Covid19 y la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea decidió no acudir este año a Bayreuth- se montan una fiesta de media hora de duración en los jardines del Festival. La idea de Kratzer no solo va más allá de sacar y continuar la producción del escenario del Festival, destruyendo simbólicamente la cuarta pared, sino que la idea original era que cualquier persona, tengan o no entrada, puedan disfrutar de esta performance, en la linea original wagneriana de democratizar el arte para disfrute de todos los públicos. Este año por razones de protocolos Covid, solo los espectadores con entrada pudieron ver la acción artística puesto que los jardines se vallaron al público general.

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El gran trabajo de las proyecciones, que supondrían una inmersión de una supuesta quinta pared, entendida como intromisión del espectador en el backstage de la producción, supone otro de los logros de la producción. Video-trabajo firmado con talento por Manuel Braun. 

La producción lejos de caer en un disparate, que es lo que pudiera parecer desde el papel, se erige en un trabajada régie que busca la complicidad del espectador desde el inicio, con los impagables Manni Laudenbach como enano de sensible corazón, y la naïf intervención del artista Kyle Patrick, como sustituto de la Drag negra Le Gateau Chocolat de quien mantiene el espíritu pero con su propio acting. Una original y curiosa referencia en clave LGTB y un guiño a la Venus negra que actuó en el Festival de Bayreuth como Venus en 1961 y 62, la mítica Grace Bumbry. Todos los cantantes se implican de manera actoral con convicción y generosidad escénica en esta propuesta de surrealista punto de partida pero de inteligente y sobretodo entretenido resultado.

Imposible no destacar la rotundidad vocal y espectacularidad de medios de la soprano noruega Lise Davidsen como Elisabeth. No es solo es que la voz corra por el Festspielhaus con la presencia de una auténtica walkiria, es que la densidad de su timbre, irisado y de una riqueza harmónica boreal, la potencia de toda su tesitura, rocosa, homogénea y generosa en la integridad de sus registros y la sensibilidad de un fraseo cuidado y una articulación precisa, la convierten a pesar de su juventud, en una Elisabeth de auténtica referencia. Davidsen no solo demostró en una colosal Dich teure Halle que domina su instrumento con pasmosa facilidad, los colores que extrajo de su aria del tercer acto: All mächt'ge Jungfrau y la variedad de acentos en sus intervenciones con Tannhüaser no dejaron dudas que estamos frente a la gran voz wagneriana de la actualidad. A falta de la lógica maduración en los matices y en la emotividad de una expresión que se antoja todavía en mejoría Davidsen es un auténtico lujo vocal que Bayreuth ha de preservar como una joya de cara a sus ediciones futuras.

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Gran profesional como el maduro veterano cantante que ya es, Stephen Gould volvió a mostrar sus cualidades vocales como Tannhäuser. La pérdida de frescura tímbrica es notoria pero la seguridad y rotundidad de un instrumento todavía compacto y técnicamente inalterable, convierten su Tannhäuser en un digno protagonista. Sus puntos flacos son los que ha tenido siempre, fraseo poco imaginativo, parquedad de matices y sobriedad expresiva pero lo compensa con un instrumento de acentos notables y su escena final fue de una solidez y solvencia irreprochable.

Debutante por fin en Bayreuth, la mezzo rusa Ekaterina Gubanova, quien en el estreno en 2019 no pudo debutar la producción ensayada por un accidente en el escenario, mostró un notorio estilo y un instrumento vocal idóneo. El color es atractivo, con un timbre oscuro y homogéneo de registro agudo potente, centro y graves bien apoyados más una adecuada linea de canto quizás algo falta de mayor riqueza de colores. 

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Estiloso aunque algo old fashioned en su concepto camerístico el austero Wolfram del siempre impecable Markus Eiche, quien cantó un aria de la estrella sensible y bien resuelta. Seguro y convincente Landgraf de Günther Groissböck, quien recibió una entrañable ovación del público el día después del anuncio oficial donde se hizo público que renunciaba a debut Wotan en la Die Walküre de este verano. El timbre es característico, algo rocoso y falto de brillo, pero el canto siempre es generoso en la articulación, con un fraseo claro y un estilo óptimo.

Pocas veces en los últimos años en el Festspielhaus se ha escuchado un Pastor con la belleza y luminosidad tímbrica de la soprano de Kirguistán Katharina Konradi, quien hizo un cameo inolvidable con su breve intervención. Aún así lo radiante de su voz sopranil, de irresistibles reflejos plateados y una frescura vocal de adictivo color la convirtieron en una de las más aplaudidas en los saludos finales. Compenetrados y equilibrados los Minnesinger con la irreprochable actuación del español Jorge Rodríguez- Norton como Heinrich Der Schreiber.

Volvieron a mostrar clase y profesionalidad el coro del Festival a manos del veterano Eberhard Friedrich. A pesar de cantar desde la sala de ensayos conectados con la sala principal y los consecuentes figurantes en escena por las exigencias de los protocolos Covid19.

Sorprendió en su labor al foso el trabajo minucioso de lineas claras y expresividad notables, la batuta de Axel Kober. Después del fallido debut en Bayreuth de un Gergiev errático en 2019, el trabajo de Kober por el contrario mostró un evidente conocimiento de la partitura y un notable control de la siempre compleja acústica del Festspielhaus para las batutas. Kober, que ya dirigió este título en la olvidable producción del bio-gas en sus ediciones del 2013 y 2014, mostró sensibilidad y dinámicas notables con los leitmotiv del Venusberg y de los peregrinos. La obertura sonó magnífica y aunque perdió algo de brillantez en su lectura general, sobretodo por falta de una construcción sonora más rica en planos y arquitectura del sonido, fue un trabajo en conjunto de notable solvencia.

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Fotos: © Bayreuther Festspiele / Manuel Braun