NABUCCO 7680 1

Un buen comienzo

Oviedo. 06/09/2021. Teatro Campoamor. Verdi: Nabucco. Àngel Òdena (Nabucco). Antonio Gandía (Ismaele). Simón Orfila (Zaccaria) Silvia Dalla Benetta (Abigaille). Theresa Kronthaler (Fenena). Deyan Vatchkov (Gran Sacerdote). Facundo Muñoz (Abdallo). María Zapata (Anna). Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Coro Intermezzo. Emilio Sagi dirección de escena. Gianluca Marcianò, dirección musical.

Tras el descanso estival, la Ópera de Oviedo apostó por Nabucco para abrir su nueva temporada 2021/2022. Y, como primer gran éxito que fue para el compositor de Busseto, Nabucco es una obra que, en su esencia, es perfectamente capaz de transcender el clima político del momento en que se estrenó, siendo un auténtico himno a la unión y la lucha común como único remedio en tiempos de adversidad. Buen recordatorio de que todos estamos en el mismo barco  ante problemas que afectan a todos, ya sean la invasión por parte de un estado extranjero o la irrupción de una pandemia mundial que en estos últimos dos años, reconozcámoslo, nos ha hecho improvisar más que nunca.

La propuesta escénica, firmada por Emilio Sagi fue la misma que pudo verse ya en el Teatro Campoamor hace algunas temporadas. El buen hacer de Sagi está siempre presente, no obstante, podríamos afirmar con justicia que este Nabucco se encuentra muy alejado de los niveles de excelencia a los que el ovetense nos tiene acostumbrados en otros de sus trabajos. Las limitaciones presupuestarias, sin duda, suponen una limitación a la hora de recrear espacios y momentos históricos y en esta producción en concreta no podemos ver sino un esbozo de lo que podría ser realmente la ambientación descrita en el libreto. Una propuesta visual que pivota sobre un color rojo intenso que bien podría ser la sangre derramada por los babilonios en su afán por imponer su cultura y creencias sobre el pueblo judío. Una producción como decimos, funcional y capaz de enmarcar la obra pero sin aportar mayor interés a la noche.

En el apartado vocal, sin embargo, resultó gratificante contar con el elenco dispuesto por la Ópera de Oviedo, que demostró muy buen nivel global y permitió al público disfrutar del título por medio de un reparto muy bien equilibrado. En este sentido debemos remarcar, sin duda, la labor de un pletórico Simón Orfila que selló un excelente Zaccaria, compacto y con facilidad para el agudo, expuesto además con la energía que el propio Orfila derrocha en todas sus interpretaciones, confirmándonos con este rol que sin duda se encuentra en un momento vocal especialmente dulce. El Ismaele de Antonio Gandía, por su parte, destiló elegancia canora y buen hacer desde un rol que, en la voz del tenor valenciano nos supo ciertamente a poco. Dejando atrás el tándem vocal sellado por Orfila y Gandía, en mi opinión lo mejor de la noche, disfrutamos asimismo con el Nabucco de Àngel Òdena, de gran empaque vocal y estupenda fuerza escénica que supo recrear con precisión las dos caras que nos muestra el rol, despiadado en su entrada y piadoso en su final.

No descubrimos nada nuevo cuando nos referimos al rol de Abigaille como un de los más ingratos y complejos en la historia de la ópera y, sin duda, en la obra de Verdi, quién concibió éste como un rol únicamente apropiado para sopranos con cuerdas vocales de acero. Dicho esto, es justo afirmar que Silvia Dalla Benetta hizo un trabajo correcto que fue de menos a más llegando a cerrar la noche con una Abigaille convincente. Por último, la Fenena de Theresa Kronthaler, si bien hizo gala de unos medios aterciopelados de ostensible belleza resultó algo estática en escena, cabiendo desear un mayor carácter sobre las tablas para la mezzo alemana que, por lo demás, cuenta con todos los ingredientes para sellar una Fenena de importancia.

A la batuta de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias se encontró un Gianluca Marcianò entregado y minucioso en los detalles, que dirigió con atención a la Orquesta y también al Coro Intermezzo, que realizó un gran trabajo en todas sus voces recompensado, como es tradición, bisando el famoso “Va, pensiero…” cuyos versos, como contaría a Giulio Ricordi años más tarde, inspiraron al propio Verdi para componer toda la obra.