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Un tenor en plena forma 

Bilbao, 29/10/2021.Teatro Euskalduna. Offenbach: Les contes d’Hoffmann. Michael Fabiano (Hoffmann). Jessica Pratt (Olympia / Antonia / Giulietta / Stella). Elena Zhidkova (La musa / Niklausse,). Simón Orfila (Lindorf / Coppélius / Dr. Miracle / Dapertutto). Mikeldi Atxalandabaso (Cochenille / Pitichinaccio / Frantz / Andrés), entre otros. Coro de Ópera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Vicent Huguet, dirección de escena). Carlo Montanaro, dirección musical.

ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) abría su temporada 21-22 con una de las óperas más interesantes y bellas del repertorio francés, Les contes d’Hoffmann de Jacques Offenbach. Es una temporada de recuperación después de los tiempos más duros de la pandemia, que han afectado, cuando hablamos del mundo cultural y específicamente el operístico, a todos, pero especialmente a las entidades privadas como esta. Sin embargo se han sacado fuerzas del espíritu que mantiene la Asociación y se ha planteado una temporada con mucho interés y con muchas ganas. Es algo que desde estas líneas quiero resaltar. Y como siempre por estos lares, la baza principal que se ha manejadoen Contes ha sido contar con excelente equipo vocal, encabezado por dos figuras de reconocidas internacionalmente como son Michael Fabiano y Jessica Pratt.

Michael Fabiano está en un momento vocal extraordinario y no hubo mácula en un Hoffmann perfectamente cantado y que fue también convincente en lo actoral, dentro de las limitaciones de una muy deficiente producción que luego comentaré. Desde el primer momento la voz corrió sin problemas por la sala del Euskalduna, con potencia y proyección. Poseedor de un timbre bello, lució un centro robusto y unos agudos canónicos, sostenidos con un fiato envidiable. Momentos comoAllons! Courage et confianceo el bellísimo dúo del acto de Antonia, C'est une chanson d'amour demostraron sus cualidades. Actoralmente, siempre desenvuelto, supongo que por indicaciones del director de escena, dibujó un Hoffmann más inocente que amargado, como un joven inexperto a los que todos engañan. Una gran función que hizo el disfrute de un público que siempre ha admirado a los buenos tenores.

Jessica Pratt asumía, con valentía y arrojo, las cuatro protagonistas femeninas que intervienen en la obra. Es un esfuerzo que hay que valorar y al que pocas sopranos se atreven. Además de por su indiscutible calidad vocal, Pratt siempre ha destacado por su honestidad y profesionalidad, y lo volvió a demostrar en esta función y con este título que se sale, como ahora tanto se dice, de su zona de confort. Los resultados son solventes, pero no espectaculares. Pese a la pantomima teatral de difícil calificativo que supone la escenificación del acto de Olympia, la soprano australiana estuvo cómoda y brillante, ya que es la tesitura del personaje la que más se adapta a sus condiciones naturales. Estuvo estupenda en las coloraturas y fue muy aplaudida. Ya el acto de Antonia, más dramático, no fue tan especial, pero Pratt lo sacó adelante con su ya nombrada profesionalidad, resolvió sin problemas, aunque con cautela, momentos tan extraordinarios como Elle a fui, la tourterelle o el trío con su madre y Miracle, uno de los pasajes más inspirados de toda la ópera. En el acto de Giulietta se debió buscar entre las diversas ediciones de una ópera con tantas vicisitudes en su escritura como Contes, que su autor murió sin ver estrenada y que orquestó sólo en parte. Normalmente este papel lo asume una soprano dramática, hasta incluso en ocasiones una mezzo, tesituras bastante lejanas de la que tiene en estos momentos la soprano australiana. Por eso resultó extraño oír coloraturas que generalmente en otras versiones no se oyen y apreciar una construcción vocal que está más cerca de Olympia que de la Giuletta a la que estamos acostumbrados. No obstante, volviendo al principio, Pratt es una gran cantante y aunque este no sea su título siempre son admirables su canto y su trabajo.

Dos personajes también importantes en la ópera son los de La musa / Niklausse y la de los cuatro villanos que manejan los hilos para que los amores de Hoffmann fracasen: Lindorf, Coppélius, el doctor Miracle y Dapertutto. Elena Zhidkova es una gran mezzo, con un timbre de gran atractivo pero en esta ocasión no estuvo a la altura a la que nos tiene acostumbrados. Empezó con agudos un poco destemplados aunque el centro y la zona grave tenían el bello color demandado por el compositor. Poco a poco pareció asentarse en el escenario y alcanzó su mejor momento cantando la voz de la madre de Antonia. Ahí simplemente estuvo espectacular.

Los villanos los asumió aquí el bajo-barítono Simón Orfila, un cantante habitual en nuestros escenarios y que con su solvencia habitual cumplió con lo esperado. Su voz es potente y llega hasta el fondo del teatro, pero se echa de menos una mayor matización en algunos momentos, más inflexiones y detalles en su canto para trasladar una impresión más maquiavélica de unos personajes tan despreciables. Su momento estelar fue sin duda el trío del acto de Antonia. 

Excelentes los comprimarios elegidos por la dirección artística de ABAO para estas funciones. En primer lugar hay que destacar el gran trabajo actoral (por muy comprometido que fuera en algunas ocasiones) de Mikeldi Atxalandabaso, un tenor que nunca defrauda y que cantó estupendamente Jour et nuit, su aria del acto de Antonia. Hay que mencionar también el gran nivel de Moisés Marín, una voz que siempre cautiva, y el excelente rendimiento de Jose Manuel Díaz, Fernando Latorre y Gexan Etxabe. Un lujo. También estuvo a buen nivel el Coro de Ópera de Bilbao que se lució en sus intervenciones, sobre todo la cuerda masculina, con más peso en esta ópera.

La dirección musical estaba a cargo de Carlo Montanaro, un maestro de reconocida solvencia pero que en esta ocasión ofreció una versión que no estaba a la altura de su reputación. Esto no quiere decir que no hubiera momentos verdaderamente emocionantes, pero el tono general tuvo poco nervio y, en puntuales ocasiones, hubo desajustes entre foso y escenario. La Orquesta Sinfónica de Bilbao demostró una vez más su calidad cuando se asienta en el Euskalduna y sonó sin mácula en todas sus secciones. Un buen trabajo de sus profesores.

El director Vicent Huguet firma una producción que decepciona desde el primer momento. Si muchas veces nos quejamos de que los directores trastocan y distorsionan los argumentos operísticos bajo la excusa de interpretaciones filosóficas de todo tipo, aquí lo que es palpable es la falta de ideas, por lo menos con cierta cohesión, estemos o no de acuerdo con ellas. El trabajo de Huguet, que también abandona sin miramientos el libreto de la obra, no hace reaccionar en ningún momento, es fatuo y nada brillante. Principalmente el acto de Olympia debería sonrojar a cualquier dramaturgo, así como el desfile mortuorio que transcurre en el tercer acto, justo después de la famosa barcarola. El resto va transcurriendo sin pena ni gloria, con una escenografía afrancesada (responsabilidad de Aurélie Maestre), llena de escalinatas y de muros que recuerdan a los palacetes franceses, a los hôtel, y a veces a un cementerio (como en el acto veneciano), sin más intención comprensible que la de alejarse de los escenarios originales. No es buena la iluminación de Christophe Forey y es lo mejor de una producción muy deficiente el vestuario de Clémence Pernoud y Laurianne Scimemi.

Fotos: © E. Moreno | ABAO