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De España vengo...

Múnich. 02/11/2021. Bayerische Staatsoper. Verdi: Il trovatore. Francisco Meli (Manrico). Saioa Hernández (Leonora). George Petean (Il conte di Luna). Okka von der Damerau (Azucena). Bálint Szabó (Ferrando), entre otros. Olivier Py, dirección escénica. Francesco Ivan Ciampa, dirección musical.

La Bayerische Staatsoper es uno de los teatros más prestigiosos de Europa, de un nivel que lo encarama al trío de mejores teatros del continente. No hay más que señalar que su anterior director artístico, Kirill Petrenko, dirige ahora la joya musical de la corona germana, la Filarmónica de Berlín. Protagonizar aquí una ópera, y más aún tratándose de un debut, significa una consagración pues el público muniqués se caracteriza por no dejarse deslumbrar por los nombres más mediáticos (que cantan todos aquí, por cierto) y buscar siempre una contrastada calidad. Por eso debemos dar la enhorabuena a Saioa Hernández por ser coprotagonista de esta reposición de Il trovatore de Giuseppe Verdi.

Uno se siente orgulloso de ver una cantante española en ese teatro, aunque ella reine desde hace algunos años en Italia, pisando los escenarios más míticos y prestigiosos como La Scala, y donde es más conocida y valorada (esto es una apreciación personal, pero creo que no estoy muy equivocado) que en los teatros españoles. Hernández triunfó en el Teatro Nacional de Múnich gracias a una interpretación vocal de muy alto nivel. Posee la soprano una voz de un centro bello, asentado, con peso y volumen, con un grave sólido y que se redondea con un agudo resuelto, sin dificultad alguna en la parte de alma belcantista que posee esta partitura. Estuvo estupenda en toda la función, demostrando seguridad y aplomo en un papel nada fácil, pero yo me quedaría con un cuarto acto en el que dio lo mejor de sí misma con esa encadenamiento de joyas verdianas que son el aria D'amor sull'ali rosee, el Miserere y el espectacular dúo con el barítono: Mira, d'acerbe lagrime. Los pianissimi fueron perfectos. Realmente allí se respiró esa italianità que uno espera al oír este repertorio. ¡Bravísima!

Para ser justos, la parte musical de la noche, aunque por amor patrio hayamos empezado el comentario de la cantante española, fue espléndida. Para empezar destacó la espléndida dirección del maestro Francesco Ivan Ciampa. Cada vez que lo escucho me confirma que es una batuta fundamental en el repertorio italiano. Su Verdi fue de una sutileza y de una belleza extraordinarias. La suya fue una lectura fluida, quizá demorada en las partes lentas pero siempre manteniendo la tensión, consiguiendo un sonido aterciopelado de una orquesta, la titular del teatro, que, como siempre, demostró que es magnífica en todos los repertorios. A Ciampa se debe, sin duda, que en pleno territorio tedesco se oiga un Verdi que nada tiene que envidiar al mejor que se escuche al sur de los Alpes.

Precisamente de Italia es el tenor que asumía el papel de Manrico, el trovador: Francesco Meli. Es Meli uno de esos artistas que más se acercan por su estilo y su canto a la idea más genuina de “tenor verdiano”.  De voz squillante, de hermoso color, elegante y arrojado, tiene volumen y excelente proyección, sabiendo matizar cuando lo exige el papel. Cantó con verdadero gusto Ah si, ben mio coll'essere en el tercer acto, en el que más interviene, y que culmina con la celebérrima cabaletta Di quella pira… y ahí Meli falló, no fue capaz no solo de no dar el agudo final sino de cantar debidamente la cabaletta. Me pareció un fallo puntual, un problema que se te cruza precisamente en el momento más esperado de tu interpretación, porque había estado hasta ese momento brillantísimo y siguió a buen nivel en el cuarto acto. Pero en el saludo final se vió que no estaba contento. Esos fallos son humanos, y creo, que el que peor lo pasa es el cantante cuando sufre uno de estos percances, no hay porque hacer más comentarios y el público lo recibió en los saludos finales con una acogedora ovación.

Más intensa fue la que tuvo una cantante de la casa, Okka von der Damerau que asumía el papel de Azucena. La mezzo, que ha demostrado sus cualidades en sus muchas intervenciones en la Bayerische, presentó, como gran actriz que es, un personaje con unos matices alejados del tenebrismo que suele rodear a la madre del trovador. Su canto fue claro, fresco, sin dejar de ser tremendamente impactante en su confesión del segundo acto, especialmente en la famosa Stride la vampa.

George Petean es uno de esos barítonos que cuando los ves programados en un reparto sabes que no va a fallar. Formó con el resto de sus compañeros un cuarteto protagonista de campanillas. En su caso, hay nobleza verdiana en su voz, que sabe moldear a las distintas situaciones psicológicas de su personaje, como demostró en Il balen del suo sorriso. Un gran Conde de Luna. Buena la intervención de Bálint Szabó como Ferrando y una nueva lección de buen hacer del Coro de la Ópera de Baviera, sobre todo en la cuerda masculina, la que más interviene en Il trovatore.

Se reponía la producción Oliver Py que se estrenara en 2013. Es un trabajo que en lo escenográfico es muy monumental, con una estructura giratoria que a veces recuerda a una factoría, para transformarse en un bosque, todo en tonos blancos y negros, dando origen a grises, como la ceniza de la hoguera donde ardiera la madre de Azucena, todo enmarcado en unas balconadas que recuerdan a un corral de comedias, uno más de los abundantes guiños que el director hace al metateatro. Hay referencias constantes a la historia anterior a la contada al libreto (con variable éxito estético) para que el público nunca olvide que la tragedia que estamos contemplando tiene su origen en dos niños, una bruja y una madre que comete un terrible error, todo causado por el enfrentamiento y la guerra. Hay agilidad en el movimiento actoral y después de varias reposiciones ya el público no se sorprende de algunas boutades que Py incorporó a esta puesta.

Foto: Wilfried Hösl.