Diez minutos de ovación para ‘Los Cuentos de Hoffmann’ en Les Arts

                                           Cuentos de Hoffmann en Les Arts Por Pedro Valbuena

Les Arts continúa su política de consolidación del repertorio tradicional y de introducción de nuevos títulos. Para ello ha ofrecido en la tarde de hoy Los Cuentos de Hoffmann, en una producción traída desde la Semperoper de Dresde. Se trata de una ópera de carácter sombrío, delirante y algo siniestra que sin embargo se ha convertido en una apuesta segura en la mayoría de los grandes escenarios de la lírica internacional.

Estrenada de forma póstuma en 1881 es, probablemente, la obra más relevante de J. Offenbach, que instalado en el éxito del más liviano género de la opereta, había prácticamente desestimado la posibilidad de abordar la ópera seria. El hecho de que la obra no fuese terminada por su autor sino revisada y orquestada con posterioridad ha favorecido que su puesta en escena  permita, incluso, la disposición de los actos en combinaciones diferentes. La versión que nos ha propuesto Minkowski es la más habitual, y por otro lado, la que permite comprender mejor el farragoso hilo argumental que une los tres relatos principales, ya de por sí bastante liosos. Cuentos de Hoffmann en Les Arts

John Osborn como Hoffmann en Les contes d’Hoffmann © Miguel Lorenzo y Mikel Ponce – Les Arts 2022

Ingeniosamente construida, prescribe la aparición de un número inusitado de personajes, ya que a las alegorías, grupos de ciudadanos y de estudiantes, se añaden los protagonistas de cada uno de los cuentos. Para ello Offenbach tuvo la precaución de hacer coincidir a los diferentes espíritus del mal en la tesitura de barítono-bajo, lo que permite que un solo cantante interprete todos los roles, al igual que ocurre con otros personajes secundarios. Esto es lo que sucede en la mayoría de los montajes, generalmente con resultado satisfactorio, pero en los personajes femeninos la cuestión se vuelve más espinosa. Olympia, Antonia y Giuletta exigen una voz que resuelva coloraturas de dificultad considerable, emocione con un lirismo delicado y conmueva con el drama insondable de la certeza de la muerte. Los supercantantes de hoy en día se atreven con esto y con más, pero no deja de ser inapropiado desde mi punto de vista.

Comenzó la representación con una orquesta que, en el segundo acorde literalmente, se desajustó. La Orquesta de la Comunidad Valenciana es, en líneas generales, una formación de un altísimo nivel, la he escuchado abordar repertorios muy diversos y bajo las órdenes de innumerables directores, lo que me ha llevado a formarme una idea de su grado de excelencia, y también a pensar que cuando la exactitud se resiente no suele ser por su culpa. Hubo calderones que no se cortaron a tiempo, pasajes solistas constreñidos por un compás mal indicado, entradas retrasadas de cantantes y algunas cosillas más que, sin ser invalidantes, restaron mucho brillo a la representación. El Coro de la Generalitat, también con una trayectoria fuera de duda, pisó las tablas con mal pie y su primera intervención, que solamente implicaba a las voces masculinas, anduvo insegura, tímida y muy poco empastada. Por fortuna el coro se reagrupó a medida que la ópera avanzaba y mejoró en términos generales. De este par de comentarios el lector deducirá, con su habitual sagacidad, que la batuta de Marc Minkowski no me convenció en absoluto, y en cierto modo me duele ponerlo por escrito, porque en las estanterías de casa Minkowski está por todas partes. Cuentos de Hoffmann en Les Arts

Pretty Yende, John Osborn y Alex Esposito en Les contes d’Hoffmann (c) © Miguel Lorenzo y Mikel Ponce – Les Arts 2022

La soprano sudafricana Pretty Yende tuvo la gran responsabilidad de encarnar los cuatro roles principales de soprano. En todos ellos destacó su potente instrumento y su buen hacer dramático, aunque las coloraturas de la muñeca mecánica se quedaron algo calantes. Su Antonia fue bastante mejor, tanto en la parte musical como en la escénica; Yende atrapó la atención del público que la escuchó sobrecogido. Para entonces, la orquesta ya había decidido independizarse de la batuta y tirar de oficio, lo que contribuyó a la redondez de este tercer acto. El otro pilar de la noche fue John Osborn. Este tenor especializado en papeles de bel canto, y que ha defendido de forma muy reseñable los dificultosos personajes de la gran ópera francesa, estuvo brillante esta noche. Cantó con una gran seguridad y alcanzó los pasajes más agudos con una facilidad pasmosa. Curiosamente, en estos trances no perdió ni timbre ni afinación ni potencia y además se movió resueltamente, creo que su intervención fue redonda.

La Musa tomó forma a través de la cristalina voz de la soprano irlandesa Paula Murrihy, que tuvo algo de espectral en su interpretación, quizá algo estática, probablemente porque el director de escena concibió el personaje como un ente al margen de la trama. En cualquier caso cantó exquisitamente. Los cuatro espíritus del mal corrieron por cuenta del afamado bajo italiano Alex Esposito, que cuenta en su haber con gran cantidad de papeles rossinianos de gran exigencia técnica. Cantó con una voz rotunda y cálida, y lo hizo tan bien que el malo parecía el bueno, sin desmerecer a los buenos que poco tuvieron de malo. Esposito, que ya tiene muchas tablas, también se desligó de la batuta y se fio a sí mismo. Probablemente este acto de rebeldía mantuvo a salvo a su personaje.

Alex Esposito en Les contes d’Hoffmann  © Miguel Lorenzo y Mikel Ponce – Les Arts 2022

Eva Kroon fue La Voix, que tiene un papel limitado y tan extrañamente simbólico que sería fácilmente prescindible si no fuera por la belleza de sus pentagramas. Cantó con voz perfectamente colocada y afinación intachable. El joven tenor Moisés Marín encarnó un Spalanzani resuelto e impregnado de jovialidad que no encontró problemas para resolver su parte. Otro tanto ocurría con el doble papel Crespel/Luther que encarnó Tomislav Lavoie, interpretado con profesionalidad y que obedeció más sumisamente a las indicaciones que se le daban. Su voz, de muy hermoso timbre, quedó no obstante algo opacada por la orquesta. Isaac Galán encarnó a Schelémil, un personaje con poco peso específico pero interpretado con corrección. Marcel Beekman también tuvo trabajo múltiple interpretando varios roles pequeños en cada uno de los relatos. Pienso que Beekman tiene una excelente voz para la música antigua, pero esta noche su parte sonó ligeramente a Rameau de forma bastante inapropiada y rozó el histrionismo de manera intencionada, supongo. El Nathanaël de Roger Padullés sonó afinado y a tempo. Tomeu Bibiloni, al que pudimos escuchar recientemente, también se dividió en varios personajes y resolvió el asunto felizmente, aunque bien es cierto que con su presencia en el escenario no logró mostrar cuatro perfiles diferentes aunque sí cuatro partes muy bien cantadas.

Los cuentos de Hoffman es una obra  de una belleza algo inquietante, de trama compleja (por no decir confusa) y de difícil deglución desde el punto de vista argumental, pero si a todo ello se añade un concepto escénico (firmado por Johannes Erath) posmoderno  y aparentemente ideático nos podemos desorientar. Creo que la idea de Heike Scheele de verticalizar el gran escenario de Les Arts fue un acierto, a pesar de las dificultades que solistas, coro, figurantes y bailarines tuvieron que sortear para descender por los grandes escalones. Algo menos afortunadas fueron las proyecciones de Alexander Scherpink, que proponía una imagen especular del propio auditorio, un retruécano algo facilón. Telones translúcidos y cortinas varias también me dieron sensación de cierto desinterés por la vertiente escénica del montaje. El vestuario de Gesine Volim no facilitó tampoco la caracterización de los distintos personajes. Hubo momentos en que todo el mundo iba vestido de una forma tan similar que resultaba difícil mantenerse al corriente del quién era quién. Sin embargo, el mayor desacierto del proscenio fue la iluminación. Cubos metálicos que proyectaban la luz hacia el patio de butacas como auténticas saetas para la retina, foco fijo en el respetable que simboliza una llama eterna de no sé qué, y como remate final, durante el espectacular número conclusivo, baja una barra repleta de potentísimos focos y dispara sobre los presentes un fogonazo a bocajarro. Reconozco que el recurso invitaba a la catarsis pero a costa de molestar. Cuentos de Hoffmann en Les Arts

John Osborn y Paula Murrihy en Les contes d’Hoffmann © Miguel Lorenzo y Mikel Ponce – Les Arts 2022

Y así cayó el telón. Inmediatamente el público lo agradeció con ovación, aplauso de diez minutos y la sala puesta en pie. Honestamente creo que no era para tanto. Resumiendo diría que los solistas estuvieron magníficos, que la orquesta y el coro no tuvieron su mejor noche y que el gran Marc Minkowski defiende bastante mejor otro tipo de repertorio.

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Valencia, 23 de enero de 2022. Palau de Les Arts. Los cuentos de Hoffmann. Marc Minkowski, director. Pretty Yende (Olimpia/Antonia/Giulietta/Stella). Paula Murruhy (Nicklausse/La Muse). Eva Kroon (La voix de la tombe). John Obsborn (Hoffmann). Alex Esposito (Lindorf/Coppelius/Le Docteur/Le Capitaine). Moisés Marín (Spalanzani). Tomislav Lavoie (Crespel/Maître Luther). Isaac Galán (Schlémil). Marcel Beekman (Andrès/Cochenille/Frantz/Pittichinaccio). Roger Padullés (Nathanaël). Tomeu Bibiloni (Hermann, Wilhelm, Le capitaine des Sbires). Johannes Erath, dirección escénica.  Heike Scheele, escenografía. Gesine Volim, vestuario. Fabio Antoci, iluminación. Alexander Scherpink, Video. Anne Gerber, dramaturgia. Orquesta de la Comunitat Valenciana. Coro de la Generalitat Valenciana. Cuentos de Hoffmann en Les Arts  Opera World