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Echar el resto

Oviedo, 30/01/22. Teatro Campoamor. Cilèa: Adriana Lecouvreur. Ermonela Jaho (Adriana). Alejandro Royr (Maurizio). Luis Cansino (Michonnet). Nancy Fabiola (Princesa de Bouillon) Josep Fadó (Abate). Cristina Toledo (Jouvenot). Marifé Nogales (Dangeville). Albert Casals (Poison). Orquesta Oviedo Filarmonía. Coro Intermezzo. Daniele Callegari, dirección musical. Rosetta Cucchi, dirección de escena.

Tras unos últimos títulos de luces y sombras, la Ópera de Oviedo abordaba el final de su propuesta para el período 2021 / 2022 con una Adriana Lecouvreur con la que echó el resto. No sólo por la aparición estelar de Ermonela Jaho, sino también por su cuidada propuesta escénica y la calidad global de todo el elenco. Todo ello nos permitió disfrutar del que fue, sin lugar a dudas, el título con mayor calidad global de entre todos los programados en nuestra querida Vetusta durante su última temporada lírica. 

Adriana Lecouvreur es una ópera realmente hermosa. Sí, quizás lastrada por un texto ineficaz, pero, a fin de cuentas ¿Qué ópera no lo está? A cambio encontramos en Adriana multitud de momentos sublimes como “Ecco…lo son l'umile ancella”, “La dolcissima effigie”, el dúo -también del primer acto- entre Adriana y Maurizio o “Poveri fiori” que sólo la mente inspiradísima de Cilèa podría concebir. En este sentido, la dirección de escena de Rosetta Cucchi supo bien como potenciar e incluso añadir dramatismo a la obra. Valiéndose de una escenografía diseñada por Tiziano Santi, Cucchi nos presenta en cada acto un momento temporal distinto, pero sin hacer envejecer a los personajes. Esto nos lleva a pensar, por tanto, que se trata de la misma historia, sí, pero repetida cuatro veces con personas distintas. Como si quisiera remarcarse la universalidad de la historia contada por Cilèa, que no deja de ser la del amor y los celos. Sea como fuere, la cuidada estética demostrada, especialmente en el tercer acto, ayudó a sumar muchos quilates al resultado final.

Por su parte, la Orquesta Oviedo Filarmonía, si bien con unos tempi algo lentos, impronta de Daniele Callegari, brilló a gran nivel, haciendo gala de un sonido que, francamente, parece ir mejorando de forma notoria con el paso de los años. Correcto asimismo el Coro Intermezzo, que cierra una temporada más que correcta sobre las tablas del coliseo ovetense.

Como hemos comentado ya, volvía al Campoamor la soprano albanesa Ermonela Jaho después del gran éxito de su Butterfly en la temporada anterior. Adriana es un rol que acaba de incorporar recientemente a su repertorio, debutándolo el pasado octubre en la Ópera de Viena. Ermonela es sin lugar a duda una artista con mayúsculas. Su mayor baza es la interpretación, su siempre generosa entrega y la intensidad en cada nota, no dejando nada al azar. Adriana no es a priori un rol para sus condiciones vocales, sin embargo, convence, y mucho, con un último acto memorable, de esos que dejan sin aliento, principalmente con el aria “Poveri fiori” donde mostró unos filados de gran factura, y un canto intimista efectista. Era uno de los mayores alicientes de toda la temporada y no defraudó, siendo muy aplaudida al final de la representación.

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El otro gran triunfador de la noche fue el barítono Luis Cansino, en el rol de Michonnet. Es probablemente el mejor rol que le hemos visto sobre las tablas del Campoamor, aunque ya nos tenía habituados a unos niveles muy altos. Su Michonnet es creíble de principio a fin, domina su voz con inteligencia, con una voz muy bien proyectada, excelente musicalidad, y una dicción irreprochable. Tiene una facilidad innata para emocionar con su interpretación, dejando patente un gran feeling con la soprano albanesa.

En el rol de Mauricio, pudimos ver a un Alejandro Roy entregado en su debut del rol, con algunos problemas de afinación en el comienzo de la sublime “la dolcissima effigie” que fueron subsanándose a lo largo de la velada. Su material es imponente, pero resulta difícil de controlar en muchas ocasiones. Sin embargo, el tenor asturiano está en un gran momento de forma, y proyectó vibrantes agudos de gran calidad, que resonaron en todo el Teatro.

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El gran éxito de Nancy Fabiola Herrera con una sublime Dalila en el Campoamor allá por el año 2015, no pudo repetirse esta vez. Su princesa de Bouillon tuvo más intención que acierto, y se echó en falta desde su gran salida a escena con “acerba voluttà” más homogeneidad de registros, y un mayor peso vocal, principalmente en los graves, un tanto desguarnecidos. Fue de menos a más, fraseó con buen gusto y tuvo buenos momentos en los dúos con Maurizio y Adriana, siendo su principal activo su gran presencia escénica.

Por suerte, cada vez más, los teatros invierten en tener un resultado global positivo, y esto sería imposible sin los roles no protagónicos adecuados. En este caso fueron un auténtico lujo el abate di Josep Fadó, y las mademoiselles Cristina Toledo y Marifé Nogales. Acertados Felipe Bou, Carlos Daza y Albert Casals, completando un gran reparto. 

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Fotos: © Ópera de Oviedo