Crítica: «Les contes d’Hoffmann» en el Teatro alla Scala de Milán

Crítica: «Les contes d’Hoffmann» Scala Por Bernardo Gaitán

Decepcionante nueva producción de La Scala

Por su complejidad musical y el requerimiento de un elenco vocalmente apto -sin dejar de lado el elevado costo económico- que comporta producir Los cuentos de Hoffmann, no es tan común ver el título programado fuera de los teatros de capitales mundiales. Por eso, cuando un recinto como el Teatro alla Scala anuncia una nueva producción de la entrañable opéra fantastique de Jacques Offenbach, el público llega al teatro perceptivo e ilusionado. Desgraciadamente este Les contes d’Hoffmann, quinto título propuesto por el teatro lombardo durante la temporada 2022-2023, fue una tremenda desilusión: una catástrofe musical pero sobre todo escénica. La decepción se potencializó aún más ya que en la parte creativa había dos personajes promisorios; a la batuta un “experto” del título -o al menos así lo presenta el teatro-, con la dirección escénica de un regista de casa, a quien le han asignado muchas de las últimas producciones -incluidas 4 prime della Scala– por la calidad y originalidad que lo caracteriza. Crítica: «Les contes d’Hoffmann» Scala

Luca Pisaroni, Antoniozzi, Viotti, Grigolo / Foto: Marco Brescia & Rudy Amisano
Pisaroni, Alfonso Antoniozzi, Marina Viotti y Vittorio Grigòlo / Foto: Marco Brescia & Rudy Amisano

Más allá del infinito problema que representa identificar ‘la versión oficial’ u ‘original’ de Les contes, es sin lugar a duda una de las óperas cuya historia (o historias) tiene mucha más profundidad de la que aparentemente contiene. Offenbach trabajó durante varios años en su creación (cosa rara en él, ya que sus tiempos de composición eran raudos) pensando cada detalle, metáfora o reminiscencia e impregnándola furtivamente en su pirotécnica música. Cuando un ‘creativo’ no logra sumergirse en esa profundidad artística -e incluso psicológica- y permanece solo en la superficie, el resultado es una banalidad de sopor alucinante. Crítica: «Les contes d’Hoffmann» Scala

La escena del acto de Antonia en "Les contes d'Hoffmann" / Foto: Marco Brescia & Rudy Amisano
La escena del acto de Antonia en «Les contes d’Hoffmann» / Foto: Marco Brescia & Rudy Amisano

Después de presenciar la heroica Roma de Attila en 2018, el suicidio de la Tosca de 2019 que cae lentamente al vacío, litros de agua en el escenario del teatro durante la gala A riveder le stelle de 2020, la cinematográfica obertura del Macbeth del 2021 o la imponente Venecia de La Gioconda (2022), todo firmado por Davide LivermoreLes contes era la oportunidad perfecta para explotar todo ese mundo ‘fantástico’ y cinematográfico al que nos tiene acostumbrado. Por desgracia, la propuesta del regista turinés fue insípida y trivial, incluso cayendo en el patético recurso de utilizar la platea como parte del escenario. Para el prólogo, en lugar de la taberna adyacente al teatro alemán, había una estatua de mármol y un ataúd, haciendo muy confuso para quien no conozca la historia entender la trama. El acto de Olympia fue un espacio oscuro donde se buscaba que solo la autómata y Hoffmann fueran visibles. Mientras que el de Giulietta fue en un lúgubre espacio abstracto con pocos elementos y que sobre todo al inicio, durante la célebre barcarola, una tela pasaba sobre las cabezas del público en platea, obstruyendo la visión a las 350 personas sentadas en esta área. El único acto decente podría considerarse el de Antonia, un espacio siempre carente de luz con un piano sobre una estructura. Todas las escenografías fueron creadas por Giò Forma, su habitual equipo de trabajo. En esta ocasión Livermore sustituyó la tradicional video-proyección por juegos de sombras creadas por la compañía Controluce Teatro d’Ombre. Respecto a la parte histriónica, las indicaciones del ex-cantante brindadas a los intérpretes fueron igualmente pobres e inoportunas. Bien reza el dicho que «es más fácil hacer llorar que hacer reír» y durante el prólogo de la ópera lo comprobamos; repleto de gags e intentos de comedia física que causaban más vergüenza que risa. Por su parte, en los actos de Giulietta y sobre todo de Antonia -que no tienen nada de comedia- Livermore supo explotar el género que si sabe hacer.

Di Sauro, Grigolo / Foto: Marco Brescia & Rudy Amisano
Francesca Di Sauro y Vittorio Grigolo / Foto: Marco Brescia & Rudy Amisano

Al frente de la Orquesta del Teatro alla Scala estuvo el concertador parisino Frédéric Chaslin, quien presuntuosamente ostenta tener más de 30 años con el título en repertorio y de haber dirigido todas las versiones existentes de la ópera. El también pianista escogió interpretar una conjugación de cuatro diferentes ediciones, algunas partes de la tradicional de Choudens y otras de la de Fritz Oeser de 1976; agregó la versión apócrifa de Guiraud, amigo del autor quien transformó los diálogos hablados en recitativos, y finalmente incorporando tanto el Septuour del acto de Giulietta compuesto por Raoul Gunsbourg a partir del tema de la barcarola, como un aria de Nicklausse que normalmente es omitida. Por desgracia, toda esta innovadora parte teórica quedó solamente en la partitura sobre los atriles de los músicos; pues a la hora de ejecutarla, el resultado final fue lamentable. La batuta de Chaslin fue deliberadamente fuera de los tiempos habituales, normalmente lenta y prácticamente sin matices ni emociones, privada de colores y de esa efervescencia característica de la opéra-comique. Momentos de extremo lucimiento orquestal por la pegajosa melodía y vivaces tiempos como el galop, el menuet, los couplets o el vals pasaron completamente desapercibidos. Increíblemente Chaslin, a pesar de firmar su biografía también como compositor, fue capaz de hacer aburrida la música de Offenbach. Debe también reconocerse que su concertación nunca cubrió a los cantantes y que hubo algunos momentos rescatables en el acto de Antonia, además del haber presentado esta ecléctica versión de ediciones. Crítica: «Les contes d’Hoffmann» Scala

 Grigolo / Foto: Marco Brescia & Rudy Amisano
Vittorio Grigòlo en una escena de «Les contes d’Hoffmann» / Foto: Marco Brescia & Rudy Amisano

El salvavidas de esta producción fueron los cantantes. El demandante rol epónimo fue encarnado por Vittorio Grigòlo; el tenor toscano interpretó un Hoffmann reservado pero expresivo. Su pronunciación del francés es óptima, su color de voz es bello y su registro agudo potente, con lo cual demuestra estar vocalmente saludable. Sus pianissimi por otra parte, son prácticamente imperceptibles y sus notas graves de difícil audición, pero apenas llega a el registro central. La «Chanson de Kleinzach» trató de interpretarla simpáticamente, aunque la regia de Livermore se lo impidió. Lo mejor de la noche el dueto «C’est une chanson d’amour» (en realidad, todo el acto) junto a Eleonora Buratto, quien interpretó una Antonia intensa histriónicamente y vocalmente convincente. La voz robusta, potente y redonda de Buratto es idónea para el papel, su bello legato ayuda a la credibilidad de la chica enferma que sueña con ser cantante. Buratto fue aplaudida con justa razón por su melancólica «Elle a fui, la tourterelle» interpretada desde el proscenio.

Eleonora Buratto como Antonina / Foto: Marco Brescia & Rudy Amisano
Eleonora Buratto como Antonina / Foto: Marco Brescia & Rudy Amisano

El rol de Giulietta fue encomendado a Francesca Di Sauro quien ofreció una cortesana con un toque sensual, correcta su «Si ta présence m’est ravie», aunque fue con la famosa barcarola: «Belle nuit, ô nuit d’amour» con la que se echó al público a la bolsa. Mientras Federica Guida como la muñeca Olympia resultó ser una fantástica elección. La coloratura de la joven soprano fue limpia y precisa, a pesar de la terrible escenificación que le propusieron, como era de esperarse fue su aria «Les oiseaux dans la charmille» la que convenció a la audiencia. El doble rol de Nicklausse y La Muse fueron interpretados por la mezzosoprano suiza Marina Viotti, quien cumple en el doble rol tanto física como vocalmente, pero no conmueve. Una simpática sorpresa escénica fue François Piolini como Andrés, Cochenille, Frantz y Pitichinacchio, quien vestido de sirvienta interpretó cómica y desenvueltamente los pequeños roles, siendo muy aplaudido por sus couplets «Jour et nuit je me mets en quatre». Por su parte Alfonso Antoniozzi interpretó un gris maestro Luther, pero a un extraordinario y conmovedor Crespel, padre de Antonia. El barítono franco-canadiense Hugo Laporte dio vida tanto a Hermann como a Schlémil, mientras el tenor francés Yann Beuron al inventor Spalanzani, el tenor español Néstor Gálvan a Nathanaël y la soprano italiana Greta Doveri a Stella. Por una tradición de los últimos años, se estila que las «mujeres» de Hoffmann se interpreten por diferentes cantantes debido a los requerimientos específicos de cada una, mientras que los ‘villanos’ sean interpretados por un solo cantante. Para esta producción originalmente estaba programado el bajo ruso Ildar Abdrazakov, pero fue el bajo-barítono italiano Luca Pisaroni quien subió al escenario a interpretar a Lindorf, Coppelius, Dottor Miracle y Dapertutto con resultados pardos. Su interpretación escénica fue deficiente pues cumplió con el trazo escénico y  en la parte musical sin pena ni gloria. Le faltó esa ‘maldad’ que debiera inspirar terror -cosa que nunca sucedió- y fue vocalmente inaudible en el registro grave y con agudos engolados y evidentemente forzados.

Al finalizar la función, los pocos aplausos -casi por compromiso- mientras caía el telón, revelaron que la percepción general en el teatro era la misma que yo tuve.


28 de marzo de 2023, Milán (Teatro alla Scala).  Les contes d’Hoffmann  Nueva producción.

Director musical: Frédéric Chaslin.     Director de escena: Davide Livermore

Escenografía: Giò Forma / Ombre Controluce Teatro d’Ombre Vestuario: Gianluca Falaschi. Ilumunación: Lucía Antonio Castro. Vídeo: D-Wok.    Maestro del coro Alberto Malazzi.

Elenco: Federica Guida, Francesca Di Sauro, Eleonora Buratto, Greta Doveri, Vittorio Grigolo, Luca Pisaroni, Marina Viotti, Hugo Laporte, François Piolino, Alfonso Antoniozzi, Yann Beuron, Néstor Galván, Alberto Rota.

OW