MILÁN / Chailly reina en el ‘Don Carlo’ de la Scala
Milán. Teatro alla Scala. 10-XII-2023 Michele Pertusi, Francesco Meli, Luca Salsi, Anna Netrebko, Elina Garanča. Director musical: Riccardo Chailly. Director de escena: Lluís Pasqual. Verdi: Don Carlo.
También en el caso de Don Carlo, igual e incluso más que para otras óperas de Verdi escuchadas en los últimos años en la Scala, las reflexiones sobre la calidad de la representación deben empezar por la decisiva contribución de la dirección de Riccardo Chailly, quien supo definir con rara profundidad y exactitud las peculiares atmósferas de esta obra maestra, junto con una orquesta y coro en su mejor momento: la predilección por unos tempi más bien lentos corrió pareja con elecciones de sonido y fraseo siempre reveladoras, en particular en la riqueza de los matices dinámicos, en la variedad dentro de los tonos oscuros y austeros, y en la densidad de los espesores sonoros. Se ponían así de relieve la modernidad y la complejidad que hacen de Don Carlo una obra maestra única en el catálogo de Verdi, entre otras cosas por su atormentada génesis (¿pero no podría ofrecerse en francés, obviamente con todas las correcciones del autor?).
También fue ejemplar la relación de Chailly con las voces, especialmente las masculinas, de dicción impecable. Nos referimos especialmente a la nobleza y seguridad con la que Luca Salsi personificó al Marqués de Posa, de forma realmente memorable, quizá superior a sus ya admirables interpretaciones verdianas anteriores. También memorable fue la dolorosa y atormentada profundización de Michele Pertusi en la soledad, la angustia y las contradicciones de Felipe II, que en la segunda función, la que pude escuchar en directo, había superado la ronquera que le había aquejado el día del estreno (y que de todos modos resolvió con admirable técnica). Francesco Meli fue un Don Carlo sensible y atento.
Las dos protagonistas femeninas también fueron aplaudidas: Elina Garanča quizá no tenga los medios para una Éboli ideal, pero ofreció una interpretación de alto nivel. Y sobre Anna Netrebko, lamento no poder compartir completamente la entusiasta aprobación de muchos colegas y del público: quedan en el recuerdo muchos estupendos pianissimi; pero su potencia vocal y su autoridad, incuestionables, no bastan para interpretar adecuadamente el personaje de Elisabetta. En el papel del Gran Inquisidor se volvió a escuchar al eficiente Jongmin Park.
Al altísimo nivel musical correspondió desgraciadamente una dirección escénica decepcionante: no por la legítima decisión de Lluís Pasqual de tener en cuenta el imaginario colectivo vinculado con la España del siglo XVI, sino porque la prudencia pareció paralizar la imaginación del director, probablemente condicionado por la propia concepción de la instalación escénica de Daniel Bianco. La elección de una estructura única tenía la indudable ventaja de permitir el desarrollo continuo de la ópera, pero parecía reducir las posibilidades de la acción escénica, que en cualquier caso podía haber sido menos prudente.
Paolo Petazzi
(fotos: Brescia e Amisano – Teatro alla Scala)