MILÁN / Michieletto da voz en la Scala a los hijos de Medea
Milán. Teatro alla Scala 14-I-2024 Marina Rebeka, Stanislas de Barbeyrac, Nahuel Di Pierro. Director musical: Michele Gamba. Director de escena: Damiano Michieletto. Cherubini: Médée.
Médée (1797), la obra maestra de Cherubini, faltaba en la Scala desde 1962 y nunca se había representado en su versión original francesa: en la temporada 1961-62 (y antes en 1953-54) Maria Callas había sido la ilustre protagonista de la versión traducida al italiano con recitativos de Franz Lachner en lugar de los diálogos hablados originales. Sin duda, ya era hora de que la gran partitura de Cherubini, tan querida por Beethoven y Brahms, se escuchara tal y como fue concebida, y sin los sesgos ligados a la interpretación de la ilustre protagonista. Desde este punto de vista, fue verdaderamente decisiva la presencia en el podio de Michele Gamba, un director capaz de comprender plenamente la grandeza trágica del clasicismo de Cherubini y las extraordinarias peculiaridades de la relación de las voces con la riqueza de la escritura orquestal, muy intensa pero siempre controlada, y entrelazada con la línea vocal de una manera muy original. En la partitura de Cherubini, algunas escenas, sobre todo al principio, y en general en las partes de los personajes de la corte de Corinto, se acercan al Idomeneo de Gluck y Mozart, y también estos aspectos en la visión de Gamba tenían elegancia y protagonismo.
El teatro Feydeau de París, para el que se compuso Médée, preveía diálogos hablados, que hoy en día suelen reducirse o reescribirse: el director Michieletto pensó en dar voz a los hijos de Medea y a sus comentarios sobre la historia, creando sabiamente breves interludios, con los textos (escritos con Mattia Palma) grabados en francés. El destino de los hijos de Medea se cierne sobre la historia gracias a la estructura escénica de Paolo Fantin, única y sencilla, animada eficazmente por la iluminación de Alessandro Carletti: en el centro de la pared del fondo (que se resquebraja con ominosas grietas al final) vemos una puerta, la de la habitación de los niños, que sólo se abre en determinados momentos. Una proyección nos muestra a Medea matando a sus hijos con un veneno. La soledad, el sufrimiento y el desarraigo de Medea quedan patentes en la dirección de Michieletto, que traslada la historia a la época actual y subraya la miserable condición de la protagonista, que sólo en el momento de la falsa reconciliación viste con decoro burgués (el vestuario es de Carla Teti). Los poderes de la hechicera se evocan mediante la aparición de llamas y la caída de trozos de carbón.
Una buena Medea, a pesar de las limitaciones en el registro grave, fue Marina Rebeka, que superó siempre las dificultades del arduo papel. Entre los demás, la Néris de Ambroisine Bré nos pareció interesante. El tenor Stanislas de Barbeyrac fue un Jasón teatralmente eficaz en su vulgaridad fanfarrona, pero poco más que decente desde el punto de vista musical. No del todo persuasivos Nahuel Di Pierro (Creonte) y frágil Martina Russomanno (Dircé). La orquesta y el coro dirigidos por Alberto Malazzi estuvieron muy bien.
Paolo Petazzi
(fotos: Teatro alla Scala / Brescia – Amisano)