El secreto de 'Lear' y de su triunfo en el Real (aun tratándose de una ópera de vanguardia)

Las verdades de Shakespeare

El público madrileño ovaciona el título de Aribert Reimann en su estreno español con un poderoso ejercicio teatral de Calixto Bieito

El barítono Bo Skovhus (El rey Lear) y la soprano Susanne Elmark (Cordelia, la buena hija) en un momento 'pietà' de la ópera de Reimann

El barítono Bo Skovhus (El rey Lear) y la soprano Susanne Elmark (Cordelia, la buena hija) en un momento 'pietà' de la ópera de Reimann

Ópera de París

No es una ópera fácil. Desde la primera nota, tiene la voluntad de incomodar con su violento retrato de la vanidad y de la codicia humana. Pero como se demostró ayer en su estreno español en el Real, atrapa al público y le deja sin escapatoria. La adaptación de El rey Lear de Shakespeare que compuso medio siglo atrás el berlinés Aribert Reimann triunfaba este viernes entre el público madrileño con una insólita naturalidad, teniendo en cuenta que para algunos su vocabulario de vanguardia experimental resulta aún indigesto. Hace un lustro habría sido impensable que en una función de estreno del Real con una ópera del siglo XX las deserciones a la media parte fueran tan escasas. Y que la velada se saldara con una ovación y seis minutos de aplausos.

Una inquietante y abrasiva partitura recrea por sí sola esa tragedia filial sobre la vanidad y la codicia

El secreto del éxito estriba en una sensacional confluencia de factores: por una parte, la inquietante y abrasiva partitura que por sí sola recrea esa tragedia filial en la que el arrogante padre ha de atravesar una tremenda tormenta de violencias por parte de sus hijas, sedientas de poder, para llegar a comprender, ya en plena desolación, el valor del afecto humano. La obra de Reimann es un tour de force para la orquesta, especialmente rica en percusiones, y sobre todo para los cantantes, cuya línea vocal busca la disonancia sin desafinados. Pero logra un milagroso equilibrio entre la expresión musical y la cadencia del texto, salpicado de reflexiones shakespearianas. 

"El rey cree que la felicidad proviene de una estúpida igualdad", dice el bufón que encarna la clarividencia del propio protagonista cuando este decide ir de magnánimo y dar la herencia a las hijas. O "cuando los padres visten harapos los hijos se vuelven ciegos"...

Erika Sunnegårdh (Regan), Lauri Vasar (El conde de Gloucester) y Ángeles Blancas (Goneril)

Erika Sunnegårdh (Regan), Lauri Vasar (El conde de Gloucester) y Ángeles Blancas (Goneril)

Javier del Real / Teatro Real

Por otra parte, está el montaje de Calixto Bieito, que añade su verdad a la verdad de Shakespeare. El director de escena burgalés -y catalán- se supera ópera a ópera, llevando a cabo en esta un poderoso ejercicio teatral para el que echa mano de una violencia contenida. Y la administra con un tempo muy lento. Aquí se muestra en un registro distinto que nada tiene que ver con la reciente L'incoronazione di Poppea del Liceu o con el brillante Ángel de fuego del mismo Real. Aquí raya en el expresionismo alemán, incluso en lo pictórico. Pues desnuda la escena para dar prioridad a las emociones, armonizando el amplio abanico que de ellas esconde este Shakespeare monumental. "Es inabarcable, es una Capilla Sixtina", ha asegurado el director. 

Los trece cantantes -y el histórico actor alemán Ernst Alisch en el papel de bufón- se manejan sobre una escenografía a base de tablas  envejecidas y quemadas que recuerdan a las del Globe Theatre, el teatro del propio dramaturgo inglés. Un muro de ellas, iluminado desde el fondo, se resquebraja en el momento en que las hijas abandonan la hipocresía y muestran su verdadera cara, evocando así el inhóspito bosque en el que queda desterrado y desposeído su padre, Lear... Un lienzo que recuerda algunas piezas de Anselm Kiefer.

La escenógrafa Rebecca Ringst convierte un muro de tablas en un bosque

La escenógrafa Rebecca Ringst convierte un muro de tablas en un bosque

Javier del Real / Teatro Real

Estrenada en París, en 2016, esta producción tenía previsto recalar en el Real cuando estalló la pandemia del coronavirus. Y ha sido necesario esperar cuatro años más a fin de poder contar con el mismo reparto, liderado por Bo Skovhus. El barítono danés, que sigue en plena forma física y vocal, como si no hubieran pasado dos décadas desde su recordado Billy Budd del Liceu, consigue mantener todo su ser en un sostenido estado de angustia/pesar/azoramiento/histeria, sin llegar a caer nunca en la sobreactuación. Al igual que el resto del reparto. Otro prodigio de la dirección de actores de Bieito... "Recuerda Bo, al final lo que ves es el cosmos", eran las últimas instrucciones a través del teléfono antes del estreno madrileño.

El reparto sigue siendo el mismo, sí, aunque con algunas excepciones. La soprano Ángeles Blancas, flamante premio Ópera XXI por su celebrada Jenufa del Teatro de la Maestranza, da vida a la más cruel de las hijas, Goneril, quien acaba suicidándose ante la imposibilidad de conseguir el poder, no sin antes haber acabado con todo el mundo. La también danesa Susanne Elmark da vida a Cordelia, la buena hija, la que se niega a adular a su padre y consigue que la desherede. 

Andrew Watts (Edgar) y Bo Skovhus (El rey Lear)

Andrew Watts (Edgar) y Bo Skovhus (El rey Lear)

Javier del Real / Teatro Real

-Sí, pero ahora verás como el padre le va a dar la herencia a Cordelia.

-Eso está cantado. Pero entonces las hermanas la matarán para evitarlo.

Dos elegantes mujeres de la jet madrileña sostenían esta conversación en el entreacto, avanzando por los pasillos del Real, tremendamente interesadas en la nueva ópera. O en su historia de herencias.

Y efectivamente, la hija bondadosa intentará salvar al envejecido monarca, ya  senil, en una escena en la que Bieito evoca el Lamento sul Cristo morto, de Mantegna. Si bien luego será él quien la llore, tras ser estrangulada por su hermana Regan (la soprano sueca Erika Sunnegårdh). Las intérpretes fueron muy aplaudidas al final de la masacre, como el resto del reparto: papeles para los que son necesarios auténticos solistas.

La orquesta se llevó una ovación pero en ausencia de Bieito no hubo saludo del equipo escénico. No hizo falta: el aplauso era inequívoco

El maestro Asher Fisch se llevó una sonora ovación junto con la orquesta, aunque en ausencia de Bieito (solo ha pasado en Madrid la primera semana de ensayos) no salió nadie del equipo escénico a saludar. No hizo falta: el aplauso era inequívoco, esta vez no habría habido protestas por el montaje. El coro masculino, dirigido por José Luis Basso, hizo su aporte, perfectamente integrado en la milimetrada acción.

Entre el público no se encontraba Aribert Reimann, pues a sus 87 años no está en condiciones de viajar, pero en su lugar el compositor envió ¡a su médico! En el estreno parisino llegó a admitir que no se habría imaginado su ópera de esta manera, pero que sin duda Bieito la había mejorado. El doctor Ralf Berthel, que resultó ser un fan de Jordi Savall, convino en que esta versión de Lear "va directa al tuétano" y aseguró que le contaría con detalle a Reimann todo lo sucedido en el coliseo de la capital española.  

A sus 87 años, Reimann sigue en activo y actualmente se encuentra en el ecuador de una nueva ópera basada en 'Dorian Gray', el clásico de Oscar Wilde

¿Por qué cree que Verdi, como Debussy, Berlioz u otros intentaron con anterioridad hacer de este Shakespeare una ópera y no se atrevieron? 

"Porque era enorme, cada personaje lo era... Reimann la hizo a petición de Fischer-Dieskau, el barítono", apuntó el doctor Berthel. Y la emprendió de manera obsesiva. Por cierto, el libreto en alemán de Claus Henneberg no está extraído de una traducción actual del original de Shakespeare de 1605, sino de una de 1770. "Al descubrirlo, el libretista dijo que aquel alemán de época sí recogía el tono necesario". Lo recuerda el propio doctor que, obviamente, conoce a su paciente más allá de su anatomía. A sus 87 años, Reimann sigue en activo y actualmente se encuentra en el ecuador de una nueva ópera basada en Dorian Gray, el clásico de Oscar Wilde. La Deustche Oper Berlin ha anunciado que la estrenaría, aunque por el momento no hay plazos de entrega.

Por último, cabe señalar un factor esencial en el éxito de Lear en el Real: la persistente línea didáctica que lleva el teatro desde la dirección artística. Primero con el osado Gerard Mortier, que acaso encontró a un público aún refractario con las novedades.  Y luego con la sagaz línea programática de Joan Matabosch, que ha conseguido que la jet asidua al teatro se interese ya por el siguiente título, La pasajera, del polaco nacionalizado soviético Mieczysław Weinberg, quien sufrió el antisemitismo nazi y también estalinista. Basada en la novela de Zofia Posmysz, la finalizó en 1968 pero la censura la mantuvo en el cajón hasta su estreno en Moscú en 2006...

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