Tenemos noticia de que la Rappresentatione di anima e corpo tuvo lugar por primera vez en 1600 en Roma, arrogándose con ello el título de primera ópera de la que tenemos noticia. Sin embargo, la obra de Emilio de’ Cavalieri no es una ópera, tampoco es un oratorio propiamente dicho. Se mueve entre los dos géneros, aunque en mi opinión es más bien un tratado, con el texto del jesuita Agostino Manni, que alecciona sobre la corruptibilidad del cuerpo, la virtud y el fin de la vida humana. Una argumentación a la manera de las disputationes medievales, sobre todo en la primera parte, que deja paso a la celebración de la vida beata, hacia el final de la obra. Todo ello en un estilo musical de transición entre el Renacimiento y el Barroco, híbrido entre un cantar recitativo de los solistas y una mayor rotundidad en los coros.

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En el centro, Sophia Faltas (Alma) y Raffaele Giordani (Cuerpo/Tiempo)
© Javier del Real | Teatro Real

Esta peculiar obra, estreno español después de cuatro siglos, venía de la mano de Vox Luminis, tanto en la parte instrumental, como en la vocal, donde miembros del coro hacían también las intervenciones solistas. La puesta en escena era parcial, sin decorado ni vestuario, pero con movimientos dramáticos de las voces y con elementos de videoarte en una pantalla cuadrada colocada apenas encima del conjunto, donde se reproducían esbozos anatómicos, fotos que intentaban reproducir la variedad de la vida, imágenes de cuerpos apuntando a la caducidad del tiempo. En suma, una serie de recursos discretos pero eficaces a cargo de Emilie Lauwers y Benoit De Leersnijder que ponían en relieve la música y contribuían a una atmosfera recogida y sutil.

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Guglielmo Buonsanti, Massimo Lombardi, Roberto Rilievi, Sophia Faltas y Raffaele Giordani
© Javier del Real | Teatro Real

La dirección musical corrió a cargo de Lionel Meunier, que estuvo empero integrado entre los bajos del coro, mientras el conjunto instrumental se gestionó en autonomía con resultados realmente notables. La afinación fue exquisita en todo momento, el empaste muy cuidado y delicado, primó el equilibrio con las voces y la gestión del material a lo largo de toda la obra fue mesurada, intentando introducir siempre matices nuevos. El sonido fue robusto en su conjunto, pero con las debidas filigranas. Una mención especial es de recibo para Anthony Romaniuk que alternándose entre el órgano y el clave hizo las funciones de coordinación, y también a la sección de cuatro sacabuches, un instrumento traicionero, y que en esta ocasión se lució maravillosamente.

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Solistas e instrumentistas de Vox Luminis
© Javier del Real | Teatro Real

El coro, compuesto por siete sopranos, cinco altos, seis tenores y cuatro bajos, participó activamente cubriendo roles solistas, como con sus movimientos a través del escenario, lo cual dotó de una interesante modulación y distribución del sonido en algunos de los números, además de dinamismo dramático. Entre las voces solistas, las más demandadas fueron las de Raffaele Giordani, el Cuerpo y el Tiempo, Sophia Faltas, el Alma, y Massimo Lombardi, también con doble rol como el Consejo y el Mundo. Sin ser una obra de especial virtuosismo vocal, más cercana a la monodia renacentista que a la pirotecnia barroca, no deja de ser exigente en términos de expresividad, a la hora encontrar el justo registro entre el cantado y el hablado, requiriendo una dicción muy limpia, algo muy encomiable dado que fue perfectamente comprensible sin apenas necesidad de mirar los subtítulos, gracias al texto escrito en un italiano muy accesible y nada ampuloso. En todo caso, tanto los cantantes citados como los demás roles estuvieron muy acertados, dando prueba de tener un profundo conocimiento musical de la materia y dibujando una obra sin altibajos o estridencias.

Hay que reconocer los méritos del Teatro Real en traer esta obra que se sale de los cauces habituales. Al igual que la música contemporánea, la antigua también adolece de un cierto estigma: y atrae solo a un público de reducido número. Sin embargo, Vox Luminis se encargó de que la atención no decayera brindando una velada de gran maestría y buen hacer, para un formato semiescenificado bien adaptado y sin extravagancias.

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