La Pasajera, en el Teatro Real

La Pasajera, en el Teatro Real

Ópera

La Pasajera recala en Madrid en su viaje hacia el repertorio

La ópera La Pasajera, estrenada el pasado viernes en el Teatro Real, cuenta con intérpretes de calidad pero una dirección escénica cuestionable.

3 marzo, 2024 14:33

Mieczysław Weinberg (Varsovia, 1919-Moscú, 1996) es el autor de esta La Pasajera, el nuevo título que estrena el Teatro Real en esta especie de cajón de sastre en que se ha convertido la temporada 23-24, en la que se han programado muchas de las producciones que cayeron a partir de marzo de 2020 con la llegada de la pandemia.

De Weinberg es más interesante su vida -que podría perfectamente servir de base para una muy buena película o incluso mejor, una gran serie de cualquier plataforma- que la obra que poco a poco y con cuenta gotas vamos conociendo: polaco nacido tras la Primera Guerra Mundial en una familia acomodada judía, ve como su vida es arrasada tras la invasión de su país por el ejército nazi en septiembre de 1939 (Weinberg tenía 20 años).

Huye a la Unión Soviética dejando atrás a su familia, que malvivirá en el terrible gueto de Varsovia y que morirán en 1943 en un campo de concentración. En la Unión Soviética su vida es un ir y venir de penurias hasta que conoce casualmente al que será su mentor, maestro y padre putativo, Shostakovich, que le ayudará tanto en la parte musical -será su gran inspiración- como personal al facilitar el traslado del autor y su mujer a Moscú, donde vivirá el resto de su vida -a veces con más miedo que otras- y donde falleció por estas fechas en 1996.

Admirado profundamente por buena parte de la intelectualidad musical rusa, fue amigo y colega de grandes nombres: el propio Shostakovich, Rostropovich, Ritcher, Schnittke... pero solo hace unos años su nombre empezó a colocarse a la altura de los grandes compositores rusos del siglo XX.

Más conocido por sus sinfonías y sonatas, su primera ópera, La Pasajera que nos ocupa, nunca vio la luz en vida de su compositor ya que fue estrenada diez años después de su muerte, en el otoño de 2006 en Moscú en una versión semi escenificada, pero ha sido la estupenda producción que de este título se realizó en 2010 en el festival de Bregenz la que está colocando en el lugar que le corresponde a esta partitura.

Fresca y viva

Es precisamente esta producción la que el Teatro Real ha presentado, que a pesar de cumplir ya 14 años está realmente fresca, viva y en plenitud. La magnífica escenografía de Johan Engels es un acierto mayúsculo: en el inmenso escenario del Real navega un barco de pasajeros rumbo a Brasil en algún momento de los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial.

En la inmaculada cubierta pasean impecablemente vestidos de blanco -una muy buena idea de la responsable del vestuario, Marie-Jeanne Lecca- los pasajeros que se despiden de la costa europea y de Alemania. A bordo va un muy contento y feliz Walter, diplomático de la RFA (la antigua República Federal Alemana, la parte democrática y occidental del país hasta su reunificación en 1989) junto a Lisa, su mujer, hacia un nuevo destino en el país brasileño.

La Pasajera, en el Teatro Real

La Pasajera, en el Teatro Real

Todo es alegría y buen rollo, música, bailes, champán y risas hasta que repentinamente Lisa cree reconocer a una pasajera que corporeiza una sombra de su pasado, que la deja aterrada y en pánico. Lisa se ve obligada a confesar a su esposo que esa pasajera que ha creído reconocer es Marta, una antigua presa de Auschwitz, donde ella misma fue Kapo. Y aquí se desencadena la tragedia que sucede en la parte de abajo del barco, donde se representa los barracones, hornos crematorios y vías ferroviarias del campo de concentración y donde conocemos la historia real de estas dos mujeres. Escalofriante la división corpórea del mundo de los blanqueados personajes de los felices y desmemoriados años cincuenta y la aterradora vivencia del campo de concentración.

Una gran producción con una poco lucida y a veces torpe dirección escénica de David Poutney, que en los momentos más dramáticos y duros pisa el freno y no termina de resolver con dureza, bestialidad y salvajismo lo que la partitura le está indicando. El momento cumbre debería haber sido el reconocimiento final en el encuentro en cubierta entre Lisa y Marta pero ni Weinberg en la partitura lo consiguió ni Poutney en la escena lo resalta. Y deja como gran clímax la escalofriante escena de la interpretación de Tadeusz, novio de Marta, de la chacona de la Partita para violín solo n.º 2 en re menor de Bach en vez del tonto vals que le pide el Comandante del Campo. Realmente sublimes estos pocos minutos que a uno le dejaron la piel de gallina. Y de estos, hubo pocos.

Final desangelado

La partitura tiene sobresalientes momentos musicales junto a otros pasajes menos lucidos. No es una obra redonda que tome una senda "in crescendo" que lleve a un extenuante final sino que balancea entre grandes melodías apabullantes que se ven intercaladas por ideas más rutinarias con un cierre algo desangelado y poco definido hasta el punto que al terminar la función buena parte del público realmente no sabía qué hacer, si esperar que la ópera siguiera o aplaudir.

En la obra hay una notable influencia de la genialidad de Shostakovich -especialmente en grandes rutas sinfónicas junto a trazos de sus partituras jazzistas- y se reconocen ecos de las melodías marinas del Peter Grimes de Britten. A uno no le parece que todo lo que suena sea de la misma calidad ni de una originalidad propia, surgida de un arranque creativo excepcional pero en líneas generales en la obra se aprecia el talento de Weinberg que poco a poco vamos descubriendo según van popularizándose sus partituras.

La Pasajera, en el Teatro Real

La Pasajera, en el Teatro Real

Muy notable la labor de la joven directora lituana Mirga Gražinytè-Tyla, que realiza una lectura concienzuda de batuta ágil y ligera en los pasajes donde la numerosa percusión toma protagonismo, sin temor a la apabullante sonoridad que surge del foso junto a una delicada, muy lírica lectura de los momentos más sobrecogedores.

A nivel vocal, el nivel de todos los intérpretes es de una gran calidad pero sin duda sobresalen las dos protagonistas, la Lisa de Daveda Karanas y la Marta de Amanda Majeski, ambas excelentemente bien interpretadas. También fue muy ovacionada la Katja de Anna Gorbachyova-Ogilvie, realmente magnífica en su interpretación de la romanza del segundo acto.

La Pasajera, de Mieczysław Weinberg.

Dirección Musical: Mirga Gražinytè-Tyla. Dirección de escena: David Pountney. 

Escenografía: Johan Engels. Vestuario: Marie-Jeanne Lecca.

Estreno en España. Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con Bregenz Festival, el Teatr Wielki de Varsovia y la English National Opera.

Amanda Majeski, Gyula Orendt, Anna Gorbachyova-Ogilvie, Lidia Vinyes-Curtis, Marta Fontanals-Simmons, Nadezhda Karyazina, Olivia Doray, Helen Field, Liuba Sokolova, Daveda Karanas, Nikolai Schukoff.

Coro y Orquesta titulares del Teatro Real.

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