DRESDE / Estreno mundial de ‘La judía de Toledo’, de Detlev Glanert
Dresde. Semperoper. 10.II.2024. Detlev Glanert: Die Jüdin von Toledo. Heidi Stober, Lilly Jorstad, Christoph Pohl, Tanja Ariane Baumgartner. Dirección musical: Jonathan Darlington. Dirección escénica: Robert Carsen. Estreno absoluto
En Berlín aún se recuerda vívidamente la ‘pieza musical veraniega’ Oceane de Detlev Glanert (1960) cuyo estreno en la Deutsche Oper en 2019 obtuvo un enorme éxito. Un lustro más tarde, la Semperoper de Dresde ha querido seguir el ejemplo berlinés, encargando al compositor de Hamburgo una ópera basada en la tragedia histórica de Grillparzer Die Jüdin von Toledo (La judía de Toledo). Al igual que en Berlín, el libreto de la nueva obra está firmado por Hans-Ulrich Treichel, quien ha condensado con habilidad una compleja trama que gira en torno a la relación amorosa entre el anciano rey de Castilla, Alfonso VIII, y la joven y bella judía Rahel. El regente entra en conflicto, primero porque traiciona a su esposa Leonor de Inglaterra, y segundo porque descuida los asuntos de gobierno y sus deberes de Estado frente a los moros que asedian Toledo. La reina consigue levantar a la sociedad cortesana contra su marido y convoca al Consejo de Estado para declarar el estado de excepción. Rahel es finalmente acusada de ser espía de los moros y Alfonso acepta condenar a muerte a la judía.
Al igual que en Berlín, la puesta en escena ha sido obra del director canadiense Robert Carsen, quien decide subrayar la atemporalidad de la trama vistiendo a los personajes con ropas contemporáneas. La escenografía de Luis F. Carvalho (responsable a su vez del vestuario) muestra el palacio de Toledo con columnas grises en arcadas, tenuemente iluminado por lámparas de metal con luces rojas. El resultado es una atmósfera grisácea y monocroma que excluye cualquier atisbo de magia oriental. Esta interpretación pretendidamente ‘realista’ de los sucesos se mantiene e incluso se refuerza en el final de la ópera, para el cual Carsen cae por desgracia en una lectura plana y modernizada, mostrando filmaciones contemporáneas de tanques, buques de guerra, explosiones de bombas y ciudades destruidas. La obra termina como empieza: con los extraños, delicados y misteriosos sonidos del ud, el laúd árabe, que al principio de la ópera se ven contestados por dolorosos clusters. A partir de ahí, la música está dominada por densos bloques de sonidos y pasajes musicales febriles que sólo en contadas ocasiones son sustituidos por aislados momentos melódicos (sobre todo en los embriagadores interludios, que a veces recuerdan a Richard Strauss).
Pocas objeciones se pueden poner a la lectura musical de este estreno absoluto a cargo de la suntuosa Staatskapelle de Dresde, magistralmente dirigida por Jonathan Darlington, quien manejó de forma impresionante el amplio espectro sonoro de la partitura, desde los valeurs impresionistas hasta las disonancias expresionistas. El coro de la Ópera de Dresde mostró una vez más su ductilidad sonora y su gran dominio de la escena. En el papel titular, la soprano Heidi Stober convenció y conmovió con una voz voluminosa y rica en agudos. Vestida con un traje ligero de color claro y un manto de oración blanco, fue sin duda, también desde el punto de vista visual, la luz más brillante de la obra. En el papel más grave de su hermana Esther, la mezzo noruega Lilly Jorstad, embutida en un traje gris oscuro, cautivó con una rica gama expresiva y, en el cuarto acto, con un melodioso dúo con su hermana. Por su parte, la mezzo Tanja Ariane Baumgartner ha sido toda una revelación en el papel de Leonor de Inglaterra. Vestida con un traje negro de cuello alto y exhibiendo un aspecto de arcaica severidad, imperiosa autoridad y encendida expresividad vocal, logró insuflar la máxima tensión a su enfrentamiento con su marido en el tercer acto, cuando le obliga a firmar la sentencia de muerte de Raquel, para luego saborear desdeñosamente su triunfo. En el papel de Alfonso, el barítono Christoph Pohl estuvo a su altura, impresionando con su presencia escénica y con la sutil gradación expresiva que supo conferir su papel, cantado además con una dicción afinada y exacta. Pohl puso su enjundiosa voz al servicio de la Reina cuando ésta expresa sus pretensiones de poder, mientras que, tras la firma, su articulación se volvió cada vez más confusa, recordando en ciertos aspectos al Herodes de Strauss.
Aunque la nueva obra de Glanert no llega a producir la fascinación de su anterior Oceane, se trata de un nuevo testimonio de su gran experiencia como compositor de ópera y de su capacidad para adaptar y orquestar con eficacia. El público celebró el estreno con entusiasmo.
Bernd Hoppe