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      Parsifal resignificado

      Música. La obra de Wagner, en nueva versión de Lombardero y Pérez, cierra temporada en el Colón.

      Parsifal resignificadoCLAIMA20151205_0030 Desafío escénico. Pérez y Lombardero imprimen una óptica moderna a la gran obra del siglo XIX.
      Redacción Clarín

      Con el desafío enorme de montar Parsifal, el último gran trabajo musical de Wagner, el director de escena Marcelo Lombardero y el musical Alejo Pérez vuelven al Colón.

      No fue una elección sino un encargo que Darío Lopérfido le hizo a Lombardero apenas asumió la dirección del teatro, en febrero de este año. “Darío quería reemplazar a Katharina Wagner. Me tomé un rato para pensarlo porque, aunque es un título apasionante desde lo musical, no tiene, a simple vista, una dramaturgia interesante”, cuenta Lombardero, apenas consigue sentarse a comer luego de un larguísimo ensayo de escena.

      –Un desafío enorme, de los que te escucho decir que te interesan. 
      ML: Sí. Uno no tiene la posibilidad de hacer Parsifal todos los días. En el Colón no se monta desde hace ya 30 años. Soy músico y creo que vale la pena escucharla. Por otra parte era interesante volver al Colón después de tantos años, casi diez, a hacer un espectáculo como este. 

      –También era una manera de continuar con el Wagner que les quedó inconcluso en el Argentino de La Plata. 
      –ML: Que nos quedó inconcluso. 
      –Alejo Pérez: Parsifal representa la contracara de aquella Tetralogía.

      –¿Por qué?
      –AP: En Parsifal desaparece todo el dinamismo de esa casta que se autoaniquila. Es un proceso muy largo, estirado, como experiencia musical y escénica.
      –ML: Creo que para el mismo Wagner era un poco así, y ese fue el punto de su pelea con Nietzsche, que ve a Parsifal como el lamento lloroso de un viejo con culpa. Parsifal es la obra que Wagner pensó para representarse en Bayreuth, ese teatro que él ideó. Tiene aspectos acústicos que deben ser cuidados y, además, cuestiones ideológicas a ser consideradas. Lo primero que surge es pensar que Wagner no quería hacer una ópera con esto. Y la demostración es que la subtituló Festival Sagrado para la Consagración de la Escena. Wagner había escrito Religión Arte, un panfleto donde planteaba que la religión ya no podía darle respuestas al hombre porque se habían degradado y que sólo el arte podía darle respuestas al hombre. Para eso creó la obra y el templo: el teatro que carece de foyer, democrático, donde lo más importante no está en la sala sino en la escena. El espectador está “condenado” a ver el espectáculo. Wagner inaugura una máxima que perduró en el siglo XX, la idea de que al teatro se va a pensar. Como contracara de eso, nosotros tenemos que montar un espectáculo que no es un festival sagrado en una sala que no tiene nada que ver con eso. 

      –Con gente que acude después de un largo día de trabajo o de dispersión, sin haberse preparado para el ritual. 
      –Claro. Una sala donde el ornamento es importante, donde los palcos hacen que la gente se exponga a la mirada de otros y se concentre menos en lo que suena. 

      –Bayreuth es único en su estilo austero, sin foyer. Es como un templo. 
      –ML: Entonces qué hace uno cuando saca la obra de su lugar natural y la lleva a un teatro: convertirla en una ópera. Pero necesita de los elementos del espectáculo y pierde lo que tiene de oración mística.

      –¿Cómo se resuelve escénicamente?
      –ML: Hay cosas que no tienen ya sentido, como el valor de la mácula, del deseo, de la abstinencia como un valor en sí que el hombre, en esta parte del mundo, más o menos ha resuelto. Slavoj Zizek y también Alain Badiou plantean que es difícil pensar la ópera después del psicoanálisis. Esa es mi tarea, resignificarla.

      –¿Cómo se plasmará entonces?
      –Alejo decía que era imposible no pararse a partir del final de la Tetralogía. Parsifal está inspirada en el primer medioevo, en los años oscuros, posteriores a la caída del Imperio Romano. Intenté sacarle los símbolos religiosos. Hay cosas que no puedo hacer en escena porque la obra tiene, entre otros, problemas respecto de la misoginia: Wagner hacia el tercer acto destina a la mujer al silencio y a la servidumbre. El primer acto de Parsifal es convertirla. Kundry es una judía errante, Wagner hace que Parsifal le diga a Kundry que el primer acto será bendecirla para que crea en el redentor. Y yo no puedo contarlo de esa manera porque es donde el malentendido wagneriano se encarna con mayor profundidad: si hay una obra antisemita es Parsifal, no la Tetralogía. 

      –¿Entonces?
      –Decidimos resignificar todo. El Imperio funcionaba como una red: a través de viaductos, acueductos, era un lugar de tráfico de cultura, de mercancías, de gran movilidad. Nos pusimos a pensar qué sucedería si nos quedáramos sin energía y esa red se rompiera hoy. El resultado sería un medioevo. Suponemos que el crac del sistema será hacia dentro, como sucedió con el Imperio Romano. 

      –¿Estás hablando del sistema capitalista? Creí que describías la Argentina actual: sin trenes, sin comunicación, pero con algunos núcleos culturales.
      –ML: Para mí el problema no está en dónde sucede. La lucha es este mundo oscuro que cumple un rito a pesar suyo, un mundo decadente contra otro que tiene el manejo de la energía, de la información y de la media. Parsifal resolverá la lucha entre la virtualidad y la realidad y tratará de democratizar ese Grial, abrirlo para siempre, una especie de Sigfrido positivo. 

      –Hace un tiempo hablamos sobre Rusalka. Dijiste que el registro de fantasía no podía sostenerse de ningún modo hoy. ¿Tu cruzada es la del regreso al realismo y a un arte con mensaje?
      –ML: Es que no tendría sentido hacer Rusalka. No lo soportaría nadie. Es el caso del Parsifal histórico, que ni siquiera es tan claro que sea Jesucristo. 

      –A menor apego a la realidad, más lecturas posibles. ¿Por qué no dejar que esas lecturas las haga el espectador?
      –Yo no soy un iconoclasta. Mi tarea como músico y director de escena es que con esa música y esa historia yo pueda interpretar y traducir para esta sociedad aquello que fue hecho no sólo para la cabeza de 1860, sino para un hombre que fue a ver Parsifal en el estreno, un verdadero peregrino, como fue Debussy, Saint Saëns. Eso que se contaba con tules y luz de gas y vestuarios imaginarios a la manera de lo que se consideraba el medievo, hoy es esto.

      –¿Es necesaria una traducción?
      –AP: Ahí nos enfrentamos con la tarea del verdadero intérprete. La interpretación de música historicista, por ejemplo: su verdadero aporte fue redescubrir el contenido retórico que significaba en esos días poner un acorde o una escala determinada. El verdadero trabajo del intérprete es redescubrir ese lenguaje que en aquel momento era un código compartido.
      –ML: Una lectura histórica de la partitura canónica, de Bayreuth, de la década de 1850 hoy no se podría interpretar. La versión de Boulez difiere no sólo en el tiempo –una hora más rápida– sino también en una cuestión estética, en el dinamismo dramático. Esta discusión ya fue saldada en el teatro y en el cine. Sin embargo, en la ópera todavía sigue habiendo hermandades solidarias que quieren cumplir el rito de volver a ver lo que ya vieron. Eso lleva a un espacio cerrado y poco democrático. No creo que haya que ser un fundamentalista en esto. Sólo digo que es el camino que puedo tomar. 

      –Respecto de la música, si los modos y tiempos del ritual de Bayreuth eran otros, ¿habrá ahora una suerte de actualización en la música?
      –AP: No, yo creo encarar todas las obras que hago desde un primer interés por descubrir al compositor, su idea detrás de la nota escrita, incluso a veces salteando tradiciones pesadas, sin desconocerlas, porque creo que para faltarles el respeto uno debe conocerlas bien antes.
      –ML: Perdón, pero creo que la palabra “respeto” no debería forma parte del léxico artístico. Se respeta a la bandera o a la madre, el arte pide lecturas. 
      –AP: El deber del intérprete es amar la obra, y para amar a alguien, si hay mucho respeto, es más complicado. En el Colón la experiencia sonora no pierde nada de lo que podría ser en Bayreuth. Hay todo un aparato que explota la paleta sonora completa. Lo más interesante es la volatilidad e inasibilidad del tiempo.

      FICHA
      Parsifal. Drama sacro en tres actos. Música y libreto de Richard Wagner.
      Cantada en alemán con sobretítulos en inglés y español.
      Dirección escénica: Marcelo Lombardero.
      Lugar: Teatro Colón.
      Fechas: 4, 6, 9 y 11 de diciembre. 


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