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Sorprendente y desgarrador 'Peter Grimes'
Cultura

Sorprendente y desgarrador 'Peter Grimes'

A pesar de ser el público ovetense más propenso al belcantismo, la reacción fue favorable Una expresionista versión de la ópera de Britten cierra en la Temporada de Ópera en Oviedo

RAMÓN AVELLO

Lunes, 30 de enero 2012, 09:10

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En Peter Grimes, esa especie de marinero errante, Benjamin Britten quería plasmar aspectos como la vida cotidiana y la lucha constante de los hombres y mujeres que viven del mar; la persecución de la inocencia, y la soledad del individuo enfrentado a una sociedad hostil. Todos estos aspectos se interiorizan, con acusados tintes expresionistas, en la coproducción de la Ópera de Oviedo, la English National Opera y De Vlaamse Opera. En el 2010, esta coproducción, representada en Londres, fue finalista de los Premios de la Royal Philarmonic Society de Londres en la modalidad de ópera y teatro. Ayer, Peter Grimes rompió lo que podrían ser las costuras escenario del Campoamor, para abrirse y envolver de drama y mar todo el espacio del Teatro Campoamor.

«Las gentes ya tienen el alma cuadrada/ ideas en fila y ángulo en la espalda», escribió Alfonsina Storni, la poetisa argentina que, por cierto, terminó su vida como Peter Grimes, adentrándose en la mar. En la representación, los perfiles enfilados y las superficies inclinadas crean un ambiente acerado e inestable, diseñado por Paul Steinberg, y que se refuerza tensamente por los cambiantes juegos de luz. Sobre este espacio, el escenógrafo David Alden, al que se recuerda en Oviedo por su delicada y preciosista versión del Ariodante, de Haendel, despliega una historia que trasciende al tiempo concreto -Britten situa la acción, en 1830, Alden la traslada, con cierta vaguedad, un siglo - y universaliza el espacio de la costa oriental inglesa en donde se desarrolla la acción.

En la escenografía hay elementos oníricos, por ejemplo, en la primera escena del tercer acto, que recrea una atmósfera de musical y sobre todo de clara raigambre expresionista. Alden juega con los claroscuros, especialmente en los movimientos de grupo del coro. Finalmente, hay una concepción que podríamos calificar de estereofónica tanto en la escena como en la música.

A pesar de su variedad musical y escénica, 'Peter Grimes' es una ópera de una gran unidad formal. Esa unidad dentro de la variedad se consigue con una curiosa combinación de continuidad a la manera wagneriana, pero al mismo tiempo se pueden identificar de una manera difuminada y enlazada en recitativos, arias, concertantes, coros e intermedios y preludios -'Interludios marinos', los denomina Britten- orquestales. Con ello la orquesta, acompañando, recordando o anticipando la acción, adquiere una importancia radical.

Corrado Rovaris hace una versión pulcra, muy matizada en los juegos de dinámica con unos pianísimos casi hundiéndose en el silencio si no fuese por las toses del público. Había mucho acatarrado... Buen color en la OSPA con especial relieve de la percusión.

Peter Grimes contiene una de las partituras operísticas más complejas de interpretar para un coro. El coro simboliza al pueblo, lo que le hace omnipresente en todos los actos, pero además entronca con la tradición coral inglesa, tan grata a Britten.

Se puede hablar de diferentes concepciones corales: el coro que murmulla, que cuchichea ya en el prólogo; el coro que entona, a veces al unísono canciones populares o melodías eclesiásticas; y, finalmente, el coro entrelazado en la escena protagonista prácticamente de toda la ópera. Para un coro no profesional abordar esta obra de Britten es una proeza pero hacerlo como lo hizo, un milagro. Tanto por la parte vocal como por la parte coreográfica.

Uno de los objetivos de 'Peter Grimes' es la puesta en música de la lengua inglesa, prácticamente ausente de la escena operística desde el periodo barroco. Este interés por el desarrollo de una musicalidad propia inglesa hace que la línea de canto busque más los acentos emocionales que el melodismo vocal. Por ello las arias, salvo la excepción de 'Embroidery in childhood' de Ellen, creada, a la manera barroca de Purcell, sobre los acordes del 'Pasacalles' del cuarto interludio, son cortas, pero llenas de expresividad.

Cada personaje se adentra en su papel: la Fundación Ópera de Oviedo agradeció a Michael Colvin que, además de su papel de Bob Boles interpretase vocalmente al reverendo Horace Adams, ya que el cantante Philip Sheffield estaba atravaesando un proceso catarral.

Se puede decir que todos los personajes cumplieron con su parte, en el que prevalece la dramatización sobre el canto, reducido este último casi siempre a recitativos.

Destacamos la interpretación de Rebecca de Pont Davies en el papel de Auntie; la buena presencia escénica de Peter Sidhom como capitán Balstrode; y la interpretación, un poco histriónica -como corresponde a su papel- de Matthew Best como Shallow (abogado).

Respecto a Judith Howarth, hace un papel de Ellen Orford verdaderamente agotador. Cantó con mucha expresividad y sentimiento el aria del bordado y estuvo comedida en los ariosos continuos de su papel.

Stuart Skelton hace un Peter Grimes contundente. Primeramente humaniza la figura del rudo pescador, pero sin quitarle ese toque de violencia y locura. Su partitura le exige situarse en un ámbito tonal generalmente diferente al de la orquesta o al de sus compañeros.

Probablemente la ópera del siglo XX, para una parte del público habituado al belcantismo romántico, resulte dura y árida. Sin embargo, este 'Peter Grimes' obtuvo una reacción favorablemente mayoritaria del respetable. Aplausos largos y un cierre feliz de la temporada.

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