CRÓNICA

Plácido Domingo, aclamado con 'Thaïs'

El veterano cantante triunfa en Valencia en su debut con la ópera de Massenet

Plácido Domingo y Malin Byström, en una escena de la ópera.

Plácido Domingo y Malin Byström, en una escena de la ópera.

CÉSAR LÓPEZ ROSELL
VALENCIA

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La versión de Plácido Domingo como barítono se repite cada vez más. Tras su recordadoSimon Boccanegrade Verdi, debutó el domingo en el Palau de les Arts de Valencia con el personaje del monje Athanaël deThaïs, de Massenet. El cantante exhibió entrega y convicción y recibió una las más largas ovaciones que se recuerdan en el coliseo, extensivas a la soprano sueca Malin Byström y a Patrick Fournillier, al frente de la soberbia orquesta del teatro.

Y es que este incombustible artista sigue demostrando, a sus 71 años, una vitalidad y entusiasmo que le permiten abordar retos tan complejos como el de esta obra. Es tanta la fuerza con la que interpreta a este monje de rectitud moral un tanto apocalíptica empeñado en la conversión al cristianismo de Thaïs, sacerdotisa de Venus y cortesana de vida disoluta, que consigue que cada espectador se implique en su angustiosa travesía: la del místico que se debate entre sus principios morales y el amor por la redimida.

Domingo se desenvolvió con seguridad bajando con su bello registro al centro vocal. Las dificultades en las notas más graves las supera con una maestría que le hace hallar soluciones para cada reto. Byström (Thaïs) lució un timbre colorista y brillante y con buena proyección, pero le faltó algo de sensualidad.

Capítulo aparte merece el montaje de Nicola Rabb. La móvil estructura circular de la escenografía resalta el simbolismo de la propuesta. Las escenas de la Alejandría de Thaïs, ambientadas en un teatro decimonónico, ayudan a jugar con la idea del circo de las vanidades, así como también la opulencia del salón de la protagonista. La sobriedad del desierto combinada con la estética de un teatro griego y escenas como la de la ascensión del alma de Thaïs al paraíso coronan una producción con momentos musicalmente sublimes, entre ellos el pasaje de la meditación o el dueto final entre la protagonista y Athanaël.