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Crítica de ópera

[i]Ainadamar[/i] naufraga en sus propias lágrimas

lunes 09 de julio de 2012, 10:49h
El Teatro Real ha estrenado este domingo Ainadamar, la ópera compuesta por Osvaldo Golijov que, con diez funciones hasta el próximo 22 de julio, cierra la presente temporada.
Aunque la obra compuesta por Golijov, estrenada en 2003, ya ha sido representada en diversas ocasiones en Estados Unidos y la producción que ha llegado al coliseo madrileño procede de la ópera de Santa Fe, donde pudo verse en 2005, la que se sube al escenario estos días en el teatro de la Plaza de Oriente supone el estreno mundial de una nueva versión, especial para la capital. Su especialidad llega de la mano de la gran actriz española Nuria Espert, que está en la génesis de la partitura inspirando el personaje de Nuria, la joven alumna de la protagonista a través de quien se revisa el personaje de Federico García Lorca, Margarita Xirgu. Peter Sellars se encontraba en Madrid hace unos meses cumpliendo con otro encargo del director artístico del Real, Gerard Mortier, cuando tuvo ocasión de conocer a Nuria Espert y ellos mismos han contado cómo, a partir de ese encuentro, nació la idea - habría que calificar de feliz - para que la veterana actriz formara parte del estreno de la obra del compositor argentino en Madrid.

En un escenario tapizado por los cambiantes murales del pintor californiano Gronk y sin que se escuchen todavía más notas que las que parecen provenir del agua que brota de una fuente, aparece Nuria Espert, vestida de blanco, recitando el primero de los diez poemas del Divan del Tamarit, de García Lorca, que se han incluido en la obra por primera vez. “Quiero bajar al pozo”, declama Espert, y uno enseguida entiende que más que a un bucólico manantial, las notas del agua han de recordar a dolor, a oscuridad y a muerte. A muerte blanca. Así, los poemas de Lorca interpretados por la actriz se convierten, ya desde el principio de la obra, en el hilo congruente que nos llevará de poema en poema, guardando como un tesoro la intensidad de esos fugaces momentos, hasta conseguir atravesar el naufragio que amenaza con ahogar Ainadamar en sus propias lágrimas. Porque el libreto de David Henry Hwang, traducido por el propio Golijov, logra lo que parece imposible: tratar un personaje de tanta intensidad como Lorca – poeta de particular y mágico desgarro - sin provocar emoción, sin despertar un suspiro de esos que anuncian el llanto. Y es tal el desajuste entre la obra del poeta homenajeado a través del recuerdo de su actriz fetiche y el desafortunado libreto, que cuesta lo indecible imaginarse esta obra antes de que Nuria Espert interviniese en ella recitando al propio Lorca.

Golijov persigue en la composición el sueño de lo que se ha venido en llamar una paleta infinita, un lenguaje musical sin fronteras. Su partitura recuerda, fusiona y entrecruza ritmos, sonidos y acordes, a veces de imposible mestizaje, y otras, de curiosa melodía. En el foso, la Orquesta Titular del Teatro Real, Orquesta Sinfónica de Madrid, a las órdenes de la batuta de Alejo Pérez, se encargaba de que los desmanes no procedieran de sus instrumentos. Y como ha sido la tónica de esta temporada que finaliza, los músicos fueron, junto al Coro Titular del Teatro Real, Coro Intermezzo, dirigido por Andrés Maspero, los más aplaudidos de la velada. En lo referente al capítulo de las voces solistas, la soprano estadounidense Jessica Rivera fue la encargada de interpretar a Margarita Xirgu, mientras que la soprano catalana Nuria Rial daba vida, con convicción interpretativa y gran calidad vocal, a su alumna Nuria, debutando el personaje; y la mezzosoprano norteamericana Kelley O’Oconnor asumía el difícil cometido de interpretar al inverosímil García Lorca que se empeña en presentarnos Ainadamar.
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