Javier NEIRA

El amor sacrificado de Liù -en la voz de la soprano japonesa Eri Nakamura- se impuso al amor fascinado de Calaf, según el tenor norteamericano Stuart Neill, y al amor rendido de Turandot, encarnada por la soprano portuguesa Elisabete Matos. Al menos así fue en los aplausos del público que ayer llenó el teatro Campoamor de Oviedo para asistir a la primera representación de la ópera de Puccini. Es el tercer título de la LXV Temporada de Ópera carbayona.

La escena de la ovetense Susana Gómez, ajustada a la crisis, así que con piezas aprovechadas de ocho producciones de Ópera de Oviedo, hizo de la necesidad virtud. Como es imposible montar con poco una ópera que es pura grandiosidad, optó por una plataforma giratoria y recursos sencillos -el coro, ataviado como los soldados de terracota de Xian- que el público supo valorar.

Un actor, tocado con el inconfundible sombrero de Puccini, dio la entrada desde el patio de butacas -el teatro dentro del teatro- y el maestro Gianluca Marcianò -el segundo triunfador de la velada- puso a funcionar sin complejos a la orquesta «Oviedo Filarmonía», reforzada hasta el punto de que los trombones se tuvieron que acomodar en una de las bolsas porque no cabían en el foso. El Coro de la Ópera de Oviedo, central en la obra, mostró su excelente momento.

«Soy todo fiebre, todo delirio», canta Calaf, perdidamente enamorado de la gélida Turandot. Es el año del tigre, los cadáveres de los pretendientes a la mano de la princesa, que no han acertado los enigmas, se acumulan macabramente. Los cortesanos quieren disuadir al extranjero, el emperador, encarnado por el tenor Emilio Sánchez, lo conmina: «Basta de sangre, joven, vete» -muy en su papel-, y Elisabete Matos, en el rol de la princesa, canta espléndidamente «No, nadie me tendrá jamás... los enigmas son tres, la muerte una», a lo que Calaf (Neill) responde: «Los engaños son tres; la vida, una».

El dúo -«no seré tuya, no», exclama Turandot, y Calaf responde: «Te quiero»- de lo mejor de la ópera, fue muy bien interpretado y abrió la vía a la resolución del drama.

Ya en el tercer acto, tras el descanso, Neill cantó la famosísima aria «Nessum dorma». Eri Nakamura, en el papel de Liù, ofreció uno de los momentos capitales de la representación cuando le profetiza a la princesa: «También tú lo amarás» y se suicida. Su actuación fue capital. Calaf revela su nombre y Turandot se rinde a su amor. Las ovaciones indicadas.