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crítica de ópera

Muti triunfa en el Real con su viejo amigo Don Pasquale

martes 14 de mayo de 2013, 09:44h
Este lunes ha tenido lugar en el coliseo madrileño la primera de las cuatro representaciones de la ópera de Donizetti Don Pasquale, con la que Muti ha vuelto a Madrid acompañado de la Orchestra Giovanile Luigi Cherubini.
No estaba la ópera de Gaetano Donizetti Don Pasquale programada para la presente temporada lírica madrileña, pero cuando, por diversos motivos, hubo que renunciar al estreno de La Rappresaglia, de Saverio Mercadante, la mejor opción era, desde luego, la que anoche se llevó merecidamente la ovación del público, dedicada de manera especial, a la joven orquesta Luigi Querubini, fundada por el maestro napolitano en 2004, y a la soprano italiana Eleonora Buratto. Por supuesto, en primer lugar, para Riccardo Muti, que desde el foso había manejado, con la genialidad que le caracteriza, los hilos instrumentales y vocales para que la velada resultara un éxito rotundo.

En todo caso, aseguraba el maestro este pasado viernes que quien tuviese a Don Pasquale por una ópera menor, “era un cretino”. Sin paliativos. Y nadie mejor que él – con independencia, claro, del propio Gaetano Donizetti – para hablar con propiedad sobre este personaje, entre patético y orgulloso, que conoce desde que debutó con la ópera que lleva su nombre en el Festival de Salzburgo en 1971 invitado por Karajan. Por aquel entonces, Muti no había cumplido todavía los 30 y ahora, cuando, según sus propias palabras, tiene los mismos años que el protagonista de la considerada como última gran ópera bufa, el maestro, Príncipe de Asturias de las Artes en 2011, sabe ya hasta cómo respira Don Pasquale. También, por descontado, cómo lo hacen el resto de los indispensables personajes que lo acompañan en esta trama, cuya moraleja se resume, también en palabras del prestigioso maestro, en que “il vecchio deve fare il vecchio”, es decir, que cuando un viejo se casa con una jovencita lo único que va a encontrar son un montón de problemas.

PIE DE FOTOEn Don Pasquale está presente, desde la obertura, el enorme talento melódico de Donizetti y con el canto – cavatinas, serenatas, nocturnos, dúos, tercetos y escenas de conjunto – como gran protagonista, era de esperar que la obra, mimada y trabajada en todos sus matices por el apasionado Muti en esta producción del Festival de Ravenna, hiciera disfrutar, en la acepción más gozosa del término, al público madrileño. Seguramente, más todavía a aquellos que no habían pasado la última página de Don Giovanni y aún andaban escamados con las direcciones de escena. Andrea De Rosa es en Don Pasquale el responsable de una escena que ha conseguido esta temporada, por fin, no llevarse ni un solo abucheo. Y eso a pesar de que se trata de una escena tremendamente convencional. O, a lo mejor, precisamente por ello. De lo que no cabe duda es que la interpretación actoral de los cantantes es de un alto nivel y que la trama guarda una coherencia inmaculada. Palpable. De Rosa, que prescinde de telón, sitúa a los personajes sobre el escenario ya desde antes incluso de que el maestro salga al foso. Antes de que todos los espectadores hayan ocupado sus localidades y perciban, sólo entonces, que en el escenario, concebido durante la mayor parte de la obra como la casa de Don Pasquale, ya se mueven algunos de los intérpretes.

De hecho, permanecerán en los lados del mismo durante la obra, entrando y saliendo del salón donde Don Pasquale espera, sin saberlo, a que el doctor Malatesta y sus cómplices, Norina y Ernesto, le den un buen escarmiento. El barítono siciliano Nicola Alaimo da voz y vida a un Don Pasquale lleno de personalidad, rotundo, que logra, además, ese toque de melancolía que Muti citaba como elemento importante de la obra, ese rasgo tan mediterráneo que, a veces, decía, los directores de escena de “otros lugares” no llegaban a distinguir en Don Pasquale. Esa suave amargura que marca algunas de las miradas de quienes intentan escarmentar al viejo, pero sin reírse más de lo imprescindible de su desgracia y que se distingue, sobre todo, en el autor intelectual del enredo amoroso, el doctor Malatesta, muy bien interpretado por el barítono toscano Alessandro Luongo. Es él quien, harto de Don Pasquale, organiza todo el embrollo pero templa, al mismo tiempo, las acciones demasiado impetuosas de los jóvenes amantes: Ernesto, el sobrino a quien Don Pasquale hace la vida imposible, interpretado por el tenor ruso Dmitry Korchack y Norina, la amada de Ernesto que se declara “dispuesta a todo por amor”, papel que ha hecho suyo desde el principio con gran convicción y talento la soprano italiana Eleonora Buratto, sin duda, la más aclamada de todas las voces. También la más emocionada: tuvo que hacer un evidente esfuerzo para que no se le escaparan las lágrimas mientras recibía la ovación del público que premiaba su soberbia y convincente Norina.
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