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Por Publicado el: 14/09/2015Categorías: Crítica

Una Valquiria de cámara en Oviedo

DIE WALKÜRE (R. WAGNER)

Teatro Campoamor de Oviedo. 13 Septiembre 2015.

Oviedo sigue adelante con la tetralogía wagneriana, que se inició hace dos años. Como ya ocurriera con Das Rheingold, el resultado viene lastrado por la insuficiencia del foso del  Teatro  Campoamor.  No  es  la  mejor  manera  de  ofrecer  Die  Walküre  con  una orquesta de 57 profesores en el foso y eso se nota en el resultado de manera evidente. Es digno de elogio el interés por ofrecer por primera vez esta magna obra, pero hacerlo de esta manera no pasa de ser una mera aproximación musical. Me pregunto si no habría estado más que justificado ofrecer el Anillo en el Auditorio, teniendo en cuenta las características de las producciones escénicas ofrecidas y el hecho de que el mencionado Auditorio cuenta con foso.

DIE WALKÜRE. OVIEDO_page4_image1Escena

No cabe duda en mi mente que de las tres partes que componen una ópera (música, canto y escena) es precisamente la musical la más importante, cuando nos referimos  al Anillo del Nibelungo.  Por mucho cuidado que se ponga, es inevitable que las carencias orquestales salgan a la superficie. Un orgánico con 4 contrabajos no puede sino ofrecer un remedo de la obra wagneriana real. Momentos como el arranque de la ópera, la Cabalgada de las Valquirias o el Fuego Mágico   no pasan de ser meras aproximaciones al producto real. La presencia de una sola arpa en el final de la ópera hace que el mencionado Fuego Mágico parezca todo menos mágico.

Los comentarios anteriores para nada suponen un demérito para las actuaciones del director Guillermo García Calvo y la Orquesta del Principado de Asturias. De hecho, García Calvo nos ofreció una dirección notablemente mejor que la que ofreció en
el Oro del Rhin. Su labor fue más convincente que la que esperaba y demostró una gran solidez. Algo parecido se puede decir de la orquesta, que también mejoró respecto del inicio del Anillo hace dos años.

DIE WALKÜRE. OVIEDO_page4_image2Escena

Como en el caso del Oro del Rhin, se ofrecía una nueva producción del polaco Michal Znaniecki, caracterizada por el uso (en momentos, abuso) de proyecciones de videos, que si resulta eficaz desde un punto de vista estético, queda corta en lo que se refiere a la pura dirección escénica. El propio Znaniecki es autor de escenografía y vestuario, consistiendo la primera en una simple pared de madera, que deja un gran hueco en el centro, de modo que la acción se desarrolla en dos niveles distintos. La mencionada pared es el único elemento escénico, al que habría que añadir las siempre presentes fichas de dominó, que hay que tirar y levantar una y otra vez y a las que Michal Znaniecki se refiere en el propio programa de mano, significando el fracaso de los planes de Wotan. El auténtico protagonista de la producción resulta el llamado Video Mapping del grupo Moov. Durante toda la ópera la proyección de videos es continua, algunas de ellas muy atractivas, con el inconveniente de que a veces resultan una especie de perpetuum mobile, que acaban por cansar al espectador. La cosa funciona mejor cuando dejan fijas las imágenes. En cuanto al vestuario, no hay mucho que decir, resultando eficaz, siempre con los dioses en blanco. Hubo momentos brillantes en la iluminación de Bogumil Palewicz.

Lo menos convincente de la producción es la falta de dirección escénica en lo que se refiere a los principales personajes. Poco aporta la presencia de niños en escena una y otra vez, representando a Siegmund, Sieglinde, Brünnhilde y sus hermanas. Son perfectamente prescindibles, aparte de que los niños en escena son siempre un peligro.

El personaje que da título a la ópera no es otro que Brünnhilde, interpretado por la soprano portuguesa Elisabete Matos, cuya actuación resultó adecuada, aunque la voz no sea la que exige el  personaje. Los famosos y siempre esperados Hojotojos me hicieron sufrir, ya que ofreció todo un recital de gritos. A partir de ahí las cosas mejoraron, aunque su voz resulta apretada y poco atractiva por arriba.

DIE WALKÜRE. OVIEDO_page4_image3Elisabete Matos y Stuart Skelton

El barítono islandés Tomas Tomasson volvía a dar vida a Wotan, como en la entrega anterior, y su actuación fue correcta y un tanto modesta, aunque mejoró la que nos ofreció hace dos años.  Le falta poderío y mayor proyección vocal para convencer en el personaje. Hubo anuncio de indisposición por un catarro, aunque más me pareció que era poner la venda antes de la herida.

Lo mejor del reparto con diferencia fue el tenor australiano Stuart Skelton en la parte de Siegmund. Su voz es perfectamente adecuada a las necesidades del personaje y se trata de un Siegmund mucho más que aceptable en cualquier teatro de óperad e primer nivel. Para mi gusto se quedó corto en expresividad, que tenia que haber sido trabajada mucho más con el director de escena. Me parece de justicia destacar sus espectaculares e interminables Wälse, Wälse.

La hispano-alemana Nicola Beller Carbone fue una convincente Sieglide en escena, actuando con gran intensidad en todo momento. Su voz me resulta algo ligera para el personaje y eso que aquí estábamos con un orquesta muy reducida.

La  mezzo-soprano sudafricana Michelle  Breedt tenía  que luchar en  Fricka con el recuerdo que dejó Elena Zhidkova en el Oro del Rhin, donde fue lo mejor del reparto. En este caso Michelle Breedt no ha sido tan brillante como su colega rusa, pero ha sido una sólida y convincente Fricka.
Adecuado también el bajo chino Liang Li como Hunding. Voz pastosa y de calidad.

Creo que es la primera vez que asisto a una Walküre en la que 7 de las 8 hermanas de Brünnhilde están interpretadas por cantantes españolas. Lo hicieron bien. Eran Isabella Gaudi    (Gerhilde),  Raquel  Lojendio  (Ortlinde),  Sandra  Ferrández  (Waltraute), María Luisa Corbacho (Schwerleite), Maribel Ortega (Helmwige), Marina Pardo (Siegrune), Anna Alàs i Jovè (Grimgerde) y Marina Pinchuk (Rossweisse).

DIE WALKÜRE. OVIEDO_page4_image4Escena

El Teatro Campoamor ofrecía una entrada de alrededor del 75 % de su aforo, siendo alarmantes los huecos en las localidades altas. El público se mostró cálido y no especialmente entusiasmado en los saludos finales.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 4 horas y 35 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 horas y 48 minutos, lo que entra dentro de parámetros bastante normales. Cuatro minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 158 euros, habiendo butacas de platea al precio de 149 euros. La localidad más barata costaba 45 euros.

José M. Irurzun

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