Faust de Gounod en Buenos Aires Lírica

Faust de Gounod en Buenos Aires Lírica
Faust de Gounod en Buenos Aires Lírica

El comienzo de temporada de Buenos Aires Lírica con este Faust fue una verdadera fiesta de buena música y gran teatro…

Gounod con su Faust creó uno de los pilares del repertorio francés. Una obra que desde su estreno no deja de representarse alrededor del mundo y que mantiene inalterable su frescor.

Poco queda en ella de la profundidad y trascendencia de Faust de Goethe en el que se inspira, ya que el argumento se reduce a la desgraciada aventura del célebre Doctor con la bella Margarita gracias a la intervención de un Mefistófeles más bon vivant que príncipe demoníaco… Y sin embargo, la cursi historia romántica deja lugar para filtrar otras reflexiones y detalles quizá más sutiles pero no por ello menos profundas que la de su inspirador literario.

Este Mefistófeles, tan caballero, tan elegante, tan simpático, que nunca hace gala ni se pavonea de su poder, que no tiene ningún aria en la que resuma su credo seriamente sino a través de populares canciones y serenatas, es precisamente por ello más peligroso si se quiere, que el Diablo de tridente, cuernos y cola… De su seductora personalidad, de su vocación servicial, hace sus armas para la destrucción del bien… Y valla si lo logra!

¿Cuántos de estos Mefistófeles no has cruzado en tu vida, amigo lector? Tal vez por esa cínica verosimilitud se mantenga tan vivo en el repertorio…

Y cuántos hastiados y resentidos Faustos, cuántas encantadoras Margaritas y cuántos rígidos y honorables Valentines no hemos conocido también ¿Verdad?

Para el inicio de su temporada 2016, Buenos Aires Lírica volvió sobre un título que ya había presentado hace ya varios años pero, ahora, con la producción del Teatro El Círculo de Rosario firmada por Pablo Maritano y que se estrenara el año pasado en la ciudad litoraleña.

Maritano hizo gala en esta puesta de auténtico talento. Contó para ello con una bella y eficaz escenografía de Enrique Bordolini y del propio Maritano, muy bien iluminada por Bordolini, y con el efectivo vestuario de Ramiro Sorrequieta, cuidado y de buen gusto tanto en diseño como en adecuación temporal.

La acción fue trasladada hacia la Francia de la Segunda Guerra Mundial, sin una búsqueda museológica sino como una excusa para acentuar la vigencia del mito aún en los tiempos modernos, lo que resulta aceptable tanto por su finalidad como, fundamentalmente, porque el texto de la acción no presenta referencias cronológicas precisas, sino roles a desempeñar.

Así, sin traicionar el fondo, Maritano pudo resaltar las características profundas de los personajes y marcar los detalles de su psicología con gestos más fáciles de decodificar para el público actual.

La acción respondió a una clara concepción general y cada movimiento tuvo su sentido y estudiado planteo. Qué satisfacción produce en el espectador descubrir el «sentido» de la acción sin la necesidad de un prospecto aclaratorio, y más aún cuando ese sentido no contradice lo que la obra original dice explícitamente, ni le hace perder profundidad tampoco.

Resultó un buen recurso el ingreso y salida de Mefistófeles por la platea aumentando, particularmente en el final, la desolación y desesperación de un Fausto destruido y condenado no al Infierno, sino a su propio infierno… el de su conciencia… en el que siempre estamos solos.

Faust de Gounod en Buenos Aires Lírica
Faust de Gounod en Buenos Aires Lírica

Otro impactante momento de esta puesta fue la escena de la iglesia con la feligresía imprecando a una Margarita con evidentes signos de embarazo y un enorme crucifijo invertido a guisa de altar.

Cuidados y casi coreografiados los movimientos del coro, resolvieron con buen gusto sus participaciones.

Darío Schmunck fue un efectivo Faust de bello timbre y buena línea. Sus impactantes agudos resueltos limpiamente fueron un arma de primer nivel a la hora de ganar el beneplácito del público. Tal vez desearíamos una pizca mayor de caudal en el centro de manera de asegurar una tessitura más pareja. En cualquier caso una dignísima labor. Su «Salut, demeure…» fue recompensada con justicia por la sala.

El Mephistophélés de Hernán Iturralde voló alto y supo expresar la riqueza y complejidad del rol. Desde lo vocal fue servido con soltura e impacto. El registro que requiere este rol es un tanto particular pues por el carácter del personaje una voz demasiado oscura puede resultar agobiante y una por demás clara, quitarle fuerza dramática. De el equilibrio necesario hizo gala Iturralde y triunfó sin ambages. Su actuación plagada de detalles que mostraron una amplia paleta de caracterización reafirmó un éxito más que merecido.

El bellísimo timbre de Ernesto Bauer puesto al servicio de Valentin en el que trabajó desde la elegancia y el buen gusto fue un buen logro. Su plegaria fue muy aplaudida, y su desempeño en la escena del duelo y la maldición de Marguerite, teatro puro que no descuidó en lo más mínimo la belleza de la línea de canto.

Marina Silva es un nombre para recordar. La habíamos escuchado en la temporada pasada como la Princesa extranjera de Rusalka y ya nos había impresionado favorablemente y ahora, en su personificación de Marguerite, confirmamos nuestra opinión.

Bella voz, de un caudal considerable, que emite generosamente; un interesante uso de la media voz y un temperamento dramático de primer orden son buenas armas a la hora de encarar un rol. Todo ello se conjugó en su heroína con la que tuvo un bello desempeño en las escenas líricas – particularmente el dúo de amor más que el aria de las joyas- y un impacto conmovedor en las escenas dramáticas, como el efectivo final de la obra. Buena actriz, bella figura… Le auguramos una carrera de primer nivel si, como hasta ahora, pone a su servicio tantas virtudes.

Encantador resultó el Siebel de Cecilia Pastawsky, cantado y actuado con igual nivel de talento y efectividad. Brava!

La Marthe de Virginia Correa Dupuy rebosó un grotesco humorismo y brilló en sus breves intervenciones. Una nueva muestra de talento de esta artista reconocida.

El Coro bajo la dirección de Juan Casasbellas, tuvo un destacado desempeño. Mostró equilibrio y buen empaste a la par de una ductilidad escénica de la que nos dio una nueva muestra.

El Mtro. Javier Logioia Orbe condujo con talento y equilibrio, creando un espectáculo donde el todo fue siempre la meta. Cuidado balance entre la orquesta y los cantantes, elegante línea y cuidados matices que se fueron acentuando desde el segundo acto, aseguraron otra de las virtudes de esta versión del clásico de Gounod.

El público premió con cerradas ovaciones a los intérpretes tras una velada que nos deja felices y satisfechos.

Prof. Christian Lauria