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ESTRENO EN EL TEATRO REAL

Billy Budd, la esperanza en el triunfo del bien aún en tiempos de guerra

miércoles 01 de febrero de 2017, 09:13h

Una escena brillante a cargo de Deborah Warner ha protagonizado la nueva producción de la ópera de Benjamin Britten, Billy Budd, que se ha estrenado este martes en el Teatro Real y que hasta ahora nunca se había representado en Madrid.

Las aclamaciones de bravo y los aplausos llevaban minutos escuchándose al finalizar la primera de las diez funciones de Billy Budd programadas a partir de este 31 de enero, cuando los responsables de la escena hacían su aparición para recibir la “sentencia” del respetable. Con la prestigiosa directora de escena Deborah Warner a la cabeza, el equipo encargado de poner sobre las tablas la intensa y espiritual obra de Britten basada en el relato homónimo de Herman Melville provocaba que tanto los aplausos como los “bravo” subieran de intensidad – ya estaban llegando con fuerza al resto del elenco -, para premiar, con esa justicia que no recibe el personaje de Budd en el aciago final de la obra, su impecable trabajo. Desde la escenografía de Michael Levine, que logra crear un espacio coherente donde no cuesta imaginarse una batalla a cañonazos en altamar durante el verano de 1797 - tampoco la cárcel flotante en la que Warner convierte al navío de guerra inglés HMS Indomitable donde el bello Billy ha de enfrentar el funesto destino de su participación en la guerra contra la Francia revolucionaria -, pasando por la efectista iluminación de Jean Kalman y la excelente labor de la figurinista Chloé Obolensky.

Un complejo de plataformas, construido en el coliseo madrileño, que además de movimiento ascendente y descendente permite jugar con la oscilación propia de las olas en el mar, unido a un entramado de cuerdas, sirve a Levine para convertir el escenario en el gran barco donde el Maestro de armas John Claggart va a dar rienda suelta a sus peores instintos, desatados sin remedio cuando se encuentra de frente con la bondad que encarna Billy Budd. “El odio y la envidia son más fuertes que el amor”, canta el personaje al que da vida el convincente bajo británico Brindley Sherratt, igualmente muy premiado por el público, y el nuevo marinero enrolado a la fuerza, Billy Budd – interpretado con talento e intensidad por el barítono sudafricano Jacques Imbrailo - se vislumbra desde el primer instante como la victima perfecta para hacer una fatídica demostración. Sin que la justicia, a la que representa, o debería representar, el capitán Vere, pueda intervenir para evitarlo. El máximo responsable de lo que ocurre en el flotante pedacito de una Inglaterra en tiempos convulsos – el tenor británico Toby Spence hace suyo el rol con calidad vocal e interpretativa – acaba cediendo a la literalidad de la ley, incapaz de hacer caso a su propia voz interior gritándole la injusticia de la ominosa acusación que va a determinar los fatales hechos posteriores. Una incapacidad que Vere reconocerá sin ambages ya en el prólogo de la obra, en su calidad de narrador de la misma, después de pasados muchos años, cuando es un anciano que combate la culpabilidad que siente por no haber salvado al joven que lo veneraba con el recuerdo de cómo ese mismo joven lo bendijo justo en el momento anterior a ser ejecutada la sentencia de muerte a la que el consejo de guerra acababa de condenarlo. El odio y la envidia habrían sido así derrotados finalmente por el amor, aunque el precio fuera demasiado alto y la justicia hubiera perecido en el intento.

En esta confrontación entre el bien y el mal, la bondad y la envidia, la juventud y la experiencia, ambientada por el autor de Moby Dick en un mundo marino solo para hombres, encontró Benjamin Britten los elementos ideales para esta ópera que se ha convertido en una sus obras más aplaudidas y que, como aseguraba Joan Matabosch días antes del estreno de anoche, se había convertido en “grave” asignatura pendiente del teatro de la Plaza de Oriente. Hoy, por fin, examinada y aprobada. Con muy buena nota para el elenco por completo masculino formado por cinco tenores, ocho barítonos, un barítono-bajo, tres bajos, sesenta miembros del coro y treinta figurantes. La nueva producción del Real en coproducción con la Opera national de Paris, la Ópera Nacional de Finlandia y el Teatro dell’Opera di Roma, y donde aún no se ha estrenado, supone en todo caso una forma magnifica para el público de Madrid conozca una obra que cuenta, además, con el sabroso ingrediente de las partes corales en las que el más que solvente Coro Titular del Teatro Real puede lucirse a lo grande, llevándose como en esta primera velada del estreno el aplauso de un público, que también ha premiado al maestro Ivor Bolton, al frente de la Orquesta Titular del Teatro Real, y a quien abrazaba Jacques Imbrailo antes de dirigirse juntos al centro del escenario para seguir recibiendo su merecida recompensa.

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