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"La Cenerentola"

Triunfal incidente rossiniano

sábado, 19 de agosto de 2017

Juan Antonio Muñoz H.
Cultura
El Mercurio




"La Cenerentola, ossia la bontà in trionfo" (1817), de Rossini, volvió al Teatro Municipal bajo la dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra, conocedor a fondo de este repertorio y que llevó a los cantantes y al público por el sinfín de detalles de una partitura brillante y variada, que exige a la vez energía y control para manejar tiempos musicales complejos y cambiantes, y para exponer con claridad el lirismo expresivo adecuado a los momentos de intimidad.

Aunque lograda en su contagioso crescendo , la obertura se sintió algo apagada, pero luego reinó la burbujeante excitación que predomina sin descontextualizar el tono melancólico de "Una volta c'era un re", con la que el compositor reitera la esencia del personaje central. La concentración musical y el logrado equilibrio entre las fuerzas instrumentales y vocales consiguieron resultados admirables en el quinteto en que Cenerentola pide ir al baile, y en el dúo de Dandini y Ramiro, "Zitto, zitto, piano, piano", cuya evolución lo conecta con un cuarteto, luego con un quinteto, un sexteto y un septeto, culminando el primer acto en un concertante de altísima dificultad. No se puede olvidar tampoco el gracioso y excelente resultado que el maestro y los cantantes obtuvieron en el llamado "sexteto de la sorpresa", "Questo è un nodo avvilupato", con su endiablado trabalenguas.

La dirección escénica de esta ópera, realizada por Jérôme Savary en 1993, se ha paseado por el mundo desde la muerte del maestro, en 2013, como una suerte de homenaje a su obra, pues su "Cenerentola" es una buena representante de aquello que quiso hacer en su carrera; en especial, porque cada vez que se planteaba ante una obra del teatro dramático o lírico, pensaba en el humor, en el sentido que la diversión tenía, en el carácter de la música y también, en cómo hacer evolucionar el entretenimiento hacia la magia.

Repuesta en Chile por Frédérique Lombart, la versión enfatiza el aspecto bufo, sin desconocer la triunfante bondad de la protagonista (que sin embargo declara "E sarà mia vendetta il lor perdono", lo cual tiene bien poco de piadoso). Gran parte de la comicidad se debe al tratamiento que se hace de las hermanastras Tisbe y Clorinda, crueles, tontorronas y feísimas y bastante procaces en su apetito por conquistar al Príncipe. Se echó en falta siquiera una insinuación de la crítica social y del arribismo que laten tras esta historia, basada en el terrible cuento de Perrault.

La escenografía (Ezio Toffolutti), traspasada por la pátina del tiempo, tuvo el encanto y la magia de esos libros pop-up , tridimensionales, que duermen en la buhardilla de la abuela. Ayudó al hechizo la iluminación de Sébastien Bohm.

La ópera es espectáculo en vivo, como dijo el director del Municipal, Frédéric Chambert. Y eso se puso de manifiesto esta vez, pues el excelente bajo-barítono Ricardo Seguel (Alidoro), enfermo de faringitis, no pudo seguir adelante con su gran aria "La del ciel nell'arcano profundo", y se debió bajar la cortina para buscar a quien pudiera reemplazarlo. Las estrellas quisieron que estuviera en el teatro Matías Moncada, quien debía asumir el papel en las funciones con elenco nacional y que saltó a escena vestido de calle, cumpliendo cabalmente con su cometido y salvando la situación con toda dignidad. Fue acogido como un héroe por el público, transformando el incidente en triunfo y comentario obligado.

El papel de Angelina-Cenerentola está escrito para una contralto d'agilità o una mezzo coloratura; José María Lo Monaco afrontó la prueba con valentía, subrayando la añoranza de "Una volta c'era un re". Muy bien en los saltos interválicos y en la vocalización vertiginosa, su voz, de caudal menor y que tiene el color oscuro que se requiere, se resiente en los agudos, que suenan algo tensos, lo cual restó algo de impacto al célebre "Nacqui all'affanno" y al consiguiente "Non più mesta accanto al fuoco".

El Príncipe Don Ramiro fue el tenor Michele Angelini, de adecuada prestancia escénica y dueño de una voz pequeña y ligera, sin el espesor que se requiere. Se escuchó más desde el fin del primer acto y durante el segundo lució su curiosa manera de emitir los sobreagudos, cantando una efectiva "Se fosse in grembo a Giove". Como siempre, Pietro Spagnoli lució oficio y talento en un Don Magnifico de manual. Fue extraordinaria su participación escénica y también la entrega de sus arias; en particular, la larguísima "Giocato ho un ambo e vincerò l'eletto". En la misma línea estuvo el barítono Joan Martín-Royo, un Dandini cómico sin excesos, y un cantante flexible y ágil. Clorinda y Tisbe fueron Yaritza Véliz y Marcela González, de exacta musicalidad, voces timbradas y dueñas de una personalidad, atrevimiento y brío inagotables. El sector masculino del coro estuvo muy bien en sonoridad, ritmo y participación escénica.

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