_
_
_
_
_

La dimisión de Livermore planeó sobre el estreno de ‘Don Carlo’

La representación arrancó anoche con un aplauso al exintendente a petición de una persona del público

Los cantantes Andrea Carè y Plácido Domingo durante el pase gráfico del ensayo general de la ópera 'Don Carlo', de Verdi, que se estrenó anoche.
Los cantantes Andrea Carè y Plácido Domingo durante el pase gráfico del ensayo general de la ópera 'Don Carlo', de Verdi, que se estrenó anoche. EFE/Kai Försterling

Davide Livermore, el intendente y director artístico del Palau de les Arts que dimitió el pasado martes, se "coló" anoche en el estreno en Valencia de la producción de Don Carlo, de Verdi, al mostrarle el público y los trabajadores del coliseo su apoyo a la labor desarrollada en los últimos dos años, informa Efe.

Al margen de esta salvedad, los verdaderos protagonistas del estreno fueron el tenor Andrea Carè (en el papel de Don Carlo), Plácido Domingo (Marqués de Posa, un papel para barítono), María José Siri (Elisabetta) y Violeta Urmana (princesa de Éboli), todos ellos bajo la dirección musical de Ramón Tebar, que tuvo una notable actuación al frente de la Orquesta de la Comunidad Valenciana.

Más información
El Palau de les Arts de Valencia luce nuevo ‘trencadís’
Livermore: “¿Quieren de verdad los políticos un teatro de ópera?”
La bicefalia orquestal de Biondi y Abbado sorprende en Les Arts

Al inicio de la obra, y con lleno en la sala, una voz del público pidió un aplauso para Livermore, que fue secundado ampliamente por los asistentes, y al inicio del tercer acto, tras el único descanso de la función, una voz gritó "conseller cobarde", una frase también secundada por el público, en referencia a Vicent Marzà (Compromís), el consejero de Cultura de quien depende el Palau de Les Arts.

Al final de la función, tras los aplausos al elenco y a la orquesta, aparecieron por el fondo de la escena los trabajadores que han intervenido en el montaje mostrando públicamente también su reconocimiento al que ha sido su intendente y responsable de la programación desde 2015.

Al estreno no asistió ningún alto cargo de la Consejería de Cultura, aunque si acudieron la consellera de Justicia, Gabriela Bravo (PSPV-PSOE), el senador Alberto Fabra (PP) y el diputado provincial de Cultura, Xavier Rius (Compromís).

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

En el descanso, Davide Livermore comentó a un reducido grupo de periodistas que, desde la conselleria de Cultura, se está intentando "levantar un muro peor que el de Trump", al pretender convocar un concurso de méritos no sólo para los cargos de gestión sino también para la contratación de artistas, lo que limitará que puedan venir las grandes estrellas de la lírica.

Con un semblante de disgusto, Livermoré añadió que Lorin Maazel, el que fue primer director de este complejo cultural, "ha hecho más que todos estos valencianos".

La producción, propiedad de la Ópera de Berlín, presentaba una escenografía a base de volúmenes que asemejaban grandes bloques de hormigón, en tonos gris oscuro, que situaban al espectador ante una historia basada en la leyenda negra de Felipe II, con errores históricos incluidos.

El movimiento de los volúmenes iba conformando las diferentes estancias en las que se desarrolla esta ópera (claustro del monasterio de Yuste, jardines, despacho de Felipe II, plaza de la Iglesia...), dibujando entre los huecos una gran cruz, símbolo del poder de la Inquisición.

El auto de fe con el que concluye el segundo acto muestra la crueldad del Santo Oficio y del propio Felipe II que, con sus propias manos, enciende la hoguera en la que son quemados tres infieles que han abrazado el protestantismo o han sido desleales con el monarca.

En un ambiente sombrío, con escenas en las que la iluminación cobraba gran relevancia, hasta en el vestuario diseñado por Dagmar Niefind predominaban los colores ceniza y negro, con la excepción del rojo del Gran Inquisidor y el vestido blanco de las reina Elisabetta.

Andrea Caré fue un valiente Don Carlo, hijo de Felipe II, que no duda en enfrentarse a su padre por haber destruido Flandes, y también porque se ha casado en segundas nupcias con la que ha sido su prometida, Elisabetta.

Con la tesitura de barítono, Plácido Domingo modeló con maestría un marqués de Posa que, por encima de la lealtad al rey, es fiel a su amigo Carlo (el príncipe Carlos), al que defenderá hasta morir por él para conseguir pacificar y conceder la libertad a Flandes.

En los papeles femeninos, la soprano María José Siri encarnó con solvencia el personaje de la reina Elisabetta (Isabel de Valois), vengativa primero y arrepentida después, aunque fue la mezzosoprano Violeta Urmano (princesa de Éboli), pletórica, la que se llevó los aplausos más cálidos del público.

Destacadas fueron también las actuaciones del bajo Alexander Vinogradov (Felipe II) y Marco Spotti (Gran Inquisidor).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_